13.3.09

Campo de batalla

Cuando uno a través de los días, lee o escucha algunas cosas, está en condiciones de robar siempre alguna cita, frase, verso, que queda rondando en la cabeza. El estado actual de la situación nos trae al amigo Graham Greene, en su Campo de Batalla.

"(...) Luchaba porque le pagaban para luchar, y sólo de vez en cuando la visión de alguna brutalidad otorgaba cierta convicción a su lucha. Otras veces, el motivo más noble que podía descubrir era el de cumplir con su deber; ninguna razón abstracta lo impulsaba a prohibir ese mitin, a interrumpir aquel otro, a hacer arrastrar a este socialista acusado de discursos sediciosos, a vigilar la tribuna de aquel fascista que sólo hablaba de bayonetas y de ametralladoras; así lo quería la organización a cuyo servicio se encontraba. Sólo cuando estaba cansado o deprimido, o sentía el peso de los años, soñaba con una organización a la que se pudiera servir por razones más elevadas que un sueldo, una organización que mereciera su fidelidad por su justicia inherente, su justa distribución de las recompensas, su sensatez. En esos momentos, pensaba con amargura que ya era demasiado viejo para ver la realización de su sueño. Su cara delgada, descolorida por incontables fiebres, demacrada por años de fiel servicio mercenario, revelaba momentáneamente la envidia que le inspiraban los jóvenes, que quizás un día podrían ofrecer sus servicios a algo que realmente parecía digno de ser servido. "

Greene, G., Campo de Batalla (1954; trad. J. R. Wilcock)

No es necesario que explique tramas, o presente al personaje que eso siente. Es el fin de un capitulo, da en el clavo como siempre. Puede ser una crítica al sistema, desde un puesto burocrático público alto, -aunque nunca creí que el autor profundizara demasiado en la alternativa de la época (parece que el marxismo es demasiada economía y muy poco catolicismo para su gusto, aunque todo en él es sospechable)-, puede ser, entonces, una Fe. No importa en qué, todo es creencia y esperanza en algo. Esa Fe, por más sólida, igualmente parece hacerse trizas frente a lo corpóreo: si el hombre pierde sus energías, va quedando sólo lo deplorable, y es ahí donde le gusta jugar al autor (allí está el área de combate). El sueño, una organización de la que estar orgullosos, no anularía esa Fe, el desgano físico no sería más que el momento de apreciar ese orgullo.

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