16.7.07

Los Tres Chiflados: unos golpes más allá

(...)

apertura

Columbia Pictures nos presenta…

Un análisis abordando a Los Tres Chiflados, cultura popular y violencia que nos mantiene en jaque:

Los Tres Chiflados: unos golpes más allá

por Pablo Pereira

“Recuérdenme que los asesine” –Moe Howard
“Perdón Moe, fue un accidente” –Larry Fine
“Nyuk Nyuk Nyuk!” –Curly Howard


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Muchos se han preguntado qué tiene el trío de chiflados para lograr tamaña longevidad y efectividad, dada cuenta de la presunta inferioridad frente a un humor más sutil, fino y profundo, asociado a contemporáneos suyos como los hermanos Marx, Charles Chaplin o William F. Buckley, que en la actualidad son más alabados que populares (como la mayor parte de lo “clásico”). Permanentes dicotomías, -que podemos advertir hoy en día cuando se confrontan los programas de TV tildados de “humorísticos”, dispuestos a todo por encabezar audiencias, entre “humor (inteligente/social/político)” y “humor (reiterativo/superficial/idiota)”-, están instaladas desde hace tiempo, y jugaron fuerte para servir en las clasificaciones y estilos existentes; no obstante “Los Tres Chiflados” han trascendido en mayor medida, mucho más que todos sus coetáneos, y ante cualquier encasillamiento. Trazar una historia del cine cómico norteamericano sería útil seguramente –lo ortodoxo- para acertar en el meollo de la cosa, pero aquí pierde interés comparar y enfrentar los diversos productos del género con miras a construir un podio que ensalce a uno por sobre otros o desestime aportaciones. Sucede aún que entre los debates eternos acerca de aspectos técnicos de esos productos siempre se hallan comprendidas las críticas mordaces, a las que queda adherido el acto cómico mismo. En el caso de los Chiflados, en gran medida como brote de resentimientos y desahogos de diletantes, degradándolos por considerar que lo cómico debe encerrar algo que trascienda y le guiñe el ojo al espectador, -un sentido especial-, parece que, a pesar de su extendida supervivencia, no comprenden genialidad alguna mientras extraen risas a los espectadores. Empero, -y dejando en claro y de lado el fervor de mi fanatismo- creo que ese mismísimo humor disfruta de ciertos matices, los cuales, manteniendo la esencia rústica y profana –bien patente en todos los ejemplos de su carrera- permiten entrever aspectos que rechazarían tales consideraciones generalizadas. Esas que, insisto, rinden culto a lo metafórico –y hasta metafísico- de la comedia así entendida, donde se infiltrarían molestamente, como lo hacen escena tras escena, los Tres Chiflados, para entremezclarse con verdaderos poetas que encarnarían la auténtica esencia del género.

El slapstick chiflado

No importa cuán fuerte algún personaje cayera, fuera golpeado por algo o abofeteado (slapped), el hecho es que el dolor inmediatamente desaparecía, y nadie salía realmente lastimado. Un ejemplo de tantos: Moe pasando un serrucho por la rapada cabeza de Curly, quien sólo emite unos quejidos (OH! OH! OH!) y luego exclama: “¡Mira!”, para contemplar los tres el serrucho arruinado, con sus hojas sin filo y dobladas. Moe le echará la culpa: “¡Tú y esa cabezota de hierro! ¡Has arruinado la sierra!”.

Los Tres Chiflados exprimieron las nuevas slaptickposibilidades del sonido para hacerlo clave en los efectos globales de sus películas. Moe nuevamente golpeando con un martillo (¡un martillo!) a alguno de los otros dos en la cabeza era sonorizado con un mazazo a un yunque o tabla de madera, dando a entender que eran “cabezas duras” en varios sentidos –lo más común era una madera hueca, para acentuar que además estaban vacías; un timbal era usado para los golpes en el estómago, y para los piquetes en el ojo se pulsaba una simple cuerda de violín. Los sonidos fueron fundamentales, al punto que resultaron imprescindibles para hacer olvidar el dolor que enseñara la imagen, –sin sonido, hubiese sido demasiado violento.

“Velocidad y asentimentalidad”

¿Cómo, pues? ¿Es su humor irracional y violento el que los ha mantenido en el tope? Provocar carcajadas –pues no hay otro objetivo en un acto cómico- desde gags consistentes en golpes, quejidos, gemidos, corridas, bailes y breves diálogos faltos de contenido, se acerca tanto a los lindes de lo circense que no hay forma de ignorarlos en tanto “payasos”. Según Alan Pauls, los Tres Chiflados “comparados con los hermanos Marx, con los Ritz, con Wheeler y Woolsey o incluso con Laurel & Hardy, lucen toscos y procaces, como aprendices no del todo dotados de una escuela de payasos sin matrícula oficial".

Si bien el varieté (espectáculo animado breve que consta de diferentes números o actos que se van alternando) puede ser tenido en cuenta como uno de los ambientes iniciales en que se desarrolló la actividad de todos los integrantes del trío, las payasadas no alcanzan para entenderlos tan sólo como “evoluciones” de cómicos de circo. No creo que no fueran una suerte de payasos; a cambio, eran algo más. A la larga -y a pesar de su fenomenal resistencia a los porrazos- sus personajes involucran humanidad y han trascendido hacia el espectador en persona. En un mundo donde lo vertiginoso es cada vez más acelerado, donde todo se piensa y se somete a acción sin que nos percatemos (nunca lo hacemos a tiempo), el humor de los Tres Chiflados encastra a la perfección, se amolda sorprendentemente bien, -mejor que cualquier cosa pensada o ideada para inducir la risa (algunos siguen sosteniendo que el humor salva vidas)- al mundo como representación: encarna la antítesis de esa racionalización en todos los campos de la vida humana.

En efecto, ese humor que a primera impresión se deja ver campechano y simplista pareciera ser la contraposición de la imprudente racionalización de todas las áreas de la vida. Mientras célebres filmes como “Tiempos Modernos” de Chaplin satirizan -los medios de producción de la época, por caso- y resaltan -cómo se nos impone lo que hemos creado- a través de astutos guiones y escenas que, al tiempo que entretienen, logran trascender y dar lugar a la reflexión, mientras eso pasa, los Tres Chiflados ya de por sí son una máquina bien aceitada que, bebiendo de fuentes resecas del vodevil y, sobre todo, el slapstick (en dosis de puñetazos, cachetadas, piquetes de ojo, pastelazos y demás torturas que sobrepasan los límites de lo físicamente soportable, realzados por ocurrentes efectos sonoros -ver recuadro: “el slapstick chiflado”) no precisan necesariamente de ingeniosas tramas (aunque existieran) para hacer de antihéroes y expresar que “todo el mundo está chiflado”.

El espectador, si reacciona, a menudo lo hace extasiado ante la fugacidad de sus andanzas, la velocidad con que transcurren por la pantalla. Sudando, se dice para sí mismo, y se excusa abrumado, “¡No paran un segundo! Siempre metidos en algún embrollo, tomando la decisión menos esperada, complicando lo que sea sencillo…”. No se puede explicar esa aparente insensibilidad de los personajes, ni pensar siquiera en algo concreto durante uno de sus cortos, ya que como declarara Louis Feinberg (Larry), “nuestro objetivo es no darle tiempo a la gente para pensar”. Pues estos personajes son la imagen de cómo nosotros, “seres racionales”, vamos por la vida de aquí para allá pensando demasiado y en nada a la vez (que los vemos insensibles); son el reflejo de la dinámica, la locura del mundo tal como la percibimos y comentamos diariamente, incomprensible, posmoderno, etc.. El no-pesar del que hablaba Larry (“puerco espín” para Moe), como objetivo se ha llevado a cabo a rajatabla, justificando de algún modo la vorágine de sin-sentido que a todos nos ha intimidado alguna vez y que corre en contra del empleo ininterrumpido de la razón.

Por suerte, no actuamos con la desfachatez de este trío y nos preservamos de golpear a diestrapunch-drunks-strip.jpg y siniestra y excitarnos como ellos en cualquier situación, ¿no? Procuramos reímos de ese jolgorio que sólo los Chiflados pueden practicar, pero nos ponemos lejos de esos comportamientos propios de bárbaros que no resuelven sus conflictos a través de la palabra; preferimos mantenemos impávidos y festejar las críticas menos perceptibles pero más ingeniosas hacia los problemas, hacia lo causante de la miseria racional, ¿no? Bien que nos hemos acostumbrado demasiado… Verlos implica asistir a una clínica de desenfrenos e irresponsabilidades que tendría lugar única e irrepetiblemente en sus rodajes, aunque a la postre acabe alarmándonos por no ser tan lejana. ¿Deberían ser entonces considerados tan insensibles? Como si nosotros, en esta realidad, no estuviésemos inundados de violencia y disputas por nimiedades.

Jules White, director de más de 100 cortos del trío, opinaba: “Cuando uno se refiere a Charles Chaplin, está hablando del "diamante de diamantes". A pesar de eso, he visto algunos de los cortos de los Tres Chiflados recibir mayor cantidad de risas por parte de un mismo público que de los de Chaplin. Si bien los de Chaplin fueron hechos con mayor finura, eso no los hacía necesariamente mejores. Porque cuando te encuentras en busca de risas, estás tras las risas, no importa cómo las logres”. Si queremos reírnos, con ellos la fórmula recurrente es abstraernos por un cuarto de hora, no-pensar y que fluyendo, la risa se derrame. Ni aventurarse a cavilar en lo que hacen, porqué reaccionan de tal forma: lo reducimos, son simplemente chiflados, un grupo de entrañables cabezas-huecas. De última verlo como espectáculo.

Allí reside quizá también la clave de su éxito, pero es cierto que su “velocidad y asentimentalidad” -rasgos excepcionales que les son propios, según Richard von Busack-del no-pensar, aparte de ser el sostén de su humor, va más allá y nos sirve de espejo; no nos extrañe, nuevamente, que uno de sus cortos se titule “Todo el mundo está chiflado” (1942).

No precisamos mucho más que esto para asegurar la existencia de contenido en su humor despiadado, pero lo que sigue pretende demostrarlo fehacientemente.


La lucha de clases y pasteles

Creo desubicado desarrollar aquí la historia de Los Tres Chiflados como grupo desde su formación hasta la fama y las continuas alineaciones que presentaron, por más interesante que sea –lo es a mi juicio-, sólo voy a presentar algunos aspectos intentando desmitificar el hecho de que sus actuaciones se limiten a sí mismas, y al espectador en seguido, negándole reflexión alguna, rescatando algo de eso en que se nos parecen, al fin y al cabo, más de la cuenta. Pues, mi estimado puerco espín, si bien “Los Tres Chiflados” logran con gran eficacia anularnos durante cada corto, no han resistido a todo tipo de análisis posteriores que sonsacaron detalles que permanecían, en verdad, a nuestra vista (y a la de Dupin también).

spook.jpgEn los Estados Unidos, todo lo que puede ser objeto de culto tiende a ser aglutinado en solemnes cócteles o “convenciones”, donde los aficionados se muestran los unos a los otros y se sienten identificados con lo que los convoca. Imagínense una de los Tres Chiflados, con los asistentes peinados a la Moe, los gorditos imitadores de Curly y los mediocres violinistas Larrys, ensayando entre sí a los golpes las frases y gestos más célebres, peleando por ser el mejor chiflado de la noche, del año. Esta especie de acto simbólico ya presiente que el humor del trío trasciende y tiene algo más que decir sobre las propias vidas de los fanáticos.

Por lo menos, algo de eso fue sostenido en un estudio realizado por un experto académico en los Tres Chiflados, Donald B. Morlan, profesor de comunicación y un historiador de cine cómico de la Universidad de Dayton, Ohio, hace ya varios años. Como fanático y miembro de la Popular Culture Association, que organiza las convenciones anuales, se ha dedicado junto a otros académicos a discutir aspectos del trabajo de los Chiflados, centrándose en las reminiscencias políticas y sociales de sus filmes, viendo en sus actos algo más que humor ramplón aislado de cualquier contexto.

Si nos detenemos un momento, podemos comprobar que sus filmes llegaban a mostrase acordes con las circunstancias de la vida social de las épocas que atravesaron sus actos, particularmente desde la década del ’30 a 1950 (su período artístico más fecundo). En las películas de a partir de los ’50 se puede ver a los Tres Chiflados acomodados en su hogar dulce hogar, acompañados muchas veces por mujeres, sin relatar experiencias laborales o apuros económicos, donde las situaciones cómicas incluso llegan a ser más inverosímiles (una película de ese tiempo los pone como tripulantes de una nave espacial). Muy diferente a los primeros cortos de fines de la década del ’20, el ’30 e inicios del ’40: sin hogar ni empleo estables, en los suburbios y ávidos por el dinero, se los puede ver lidiando con la crisis económica del ’30, la llamada Gran Depresión.

Ellos interpretaron los papeles de antihéroes en un arte nuevo como el cine que pretendía expresar lo hondo que caló la crisis; para el conjunto del género cómico, su fin comprendía también “levantar la moral” de la mayoría afectada, señalando las diferencias de clase que se habían remarcado sobremanera y mofándose de los sectores altos, la aristocracia norteamericana a salvo de la Gran Crisis, exageradamente ostentosa, con la que los Tres Chiflados mantendrían cremosas disputas.

385.jpgPara proseguir con coherencia (sí, coherencia en un artículo sobre los 3 Chiflados), extraje algunas conclusiones significativas del trabajo de Morlan, “Un pastel en la cara: sobre Los Tres Chiflados y la Anti-Aristocracia en el cine de la Era de la Depresión” (*), cuyo intento original era examinar los 190 cortos de la Columbia por ellos protagonizados, “para responder algunas preguntas que surgían de las luchas de pasteles. Específicamente, los motivos eran determinar la frecuencia de las peleas de pasteles, para deducir conclusiones evidentes sobre las de los pasteles, y encontrar algún rasgo de temáticas sociales”. Morlan y sus secuaces creían ver en la lucha pastelera que los Chiflados siempre protagonizaban (y que finalmente resultó uno de los gags más célebres de su humor) intentos de derrumbar a la aristocracia, o por lo menos rebajarla, al menos una vez, a su mismo nivel –dado que a ellos también les surtían de lo lindo, quedando todos “manoseando” en el mismo merengue-. No obstante, los Chiflados no sólo representaban el sentimiento anti-aristocrático a través las “pie fights” –de hecho, ese sketch se repite sólo en cinco de los 190 cortos bajo la Columbia-: según el autor, al menos 34 de todos ellos incorporan el “conflicto de clases” en las tramas, satirizando o simplemente, “comentándolo”: situaciones en que son echados de las pensiones, despedidos de sus empleos, obligados a trabajar para no ser encarcelados por vagos, etc. Puede ser que el no-pensar nos impida verlo, pero el humor chiflado ocurre con esas condiciones.

Y así, acaso no sólo los valores de la aristocracia se veían ridiculizados, sus integrantes eran el hazmerreír de los cortos, provocados por el trío. El escenario más común y perfecto eran las fiestas de la aristocracia, por las cuales los Chiflados se infiltraban de las maneras más extrañas. A veces advertidamente, como cuando heredan algún dinero o son invitados por algún personaje importante para ser presentados al resto de la sociedad; otras más descaradamente, ejerciendo trabajos en las mansiones a escondidas de las celebraciones.


ants-in-the-pantry-strip.jpgEn un corto de 1936, “Ants in the Pantry” (Hormigas en la despensa), son exterminadores de plagas y producirán sus desmanes en una mansión que alberga una fiesta de la alta sociedad. Los tres se muestran sorprendidos ante el caserón y creo que, a pesar de su torpeza inmanente, todo lo que hacen mal es la manifestación de un gran anhelo interno de atacar por sorpresa la residencia y burlarse de los ricachones. Aquí, en una movida por demás inteligente para incrementar ganancias –y evitar ser echados por su jefe-, los Chiflados infestan el lugar de insectos, polillas, reptiles y ratones para lograr un caos pestífero y así, erigiéndose en auténticos profesionales, salir de la nada y ofrecer sus servicios a los desesperados propietarios, controlar la plaga y terminar como héroes de la noche, quizá cobrando aún más por su trabajo efectivo. Son contratados, pero deben obrar haciéndose pasar por invitados, vistiendo como caballeros y exterminando sin que lo note el resto de la concurrencia. Obviamente, las cosas se descontrolan y las plagas se expanden como en la Ilíada de Homero, asolando a los hombres de etiqueta y a las señoras engalanadas en sus mejores vestidos. Ratoncillos y hormigas por doquier les hacen cosquillas y les obligan a moverse graciosamente, como si ejecutaran un baile desenfrenado, aunque imposible de ser guiado por un piano, porque el único que había es arruinado por los flamantes destructores al guardar dentro una bolsa repleta de gatos –destinados a acabar con los ratones-. Todo al tiempo que la magnífica torta final del convite es sazonada con hormigas vivas. Un estrépito, con los Chiflados dejando ver su verdadero origen y la frustración para damas y caballeros (los Chiflados nunca se dan por enterados cuando alguien les llama gentlemen: a ese vocativo, mirarían por sobre sus hombros buscando a los aludidos), hasta que a la anfitriona se le ocurre presentarlos como actores de vodevil, fundamentando el desastre como parte de un gran show montado. Eso ha gustado parece a los huéspedes, quienes no pueden menos que invitar a los “actores” a ir de caza, degradándose su carácter elitista.

sitterdown2.jpgLos Chiflados son definitivamente trabajadores. No importa cuanto lo intenten, siempre están a la zaga de algún empleo o profesión para los que no son suficientemente idóneos. Y han pasado por todas las ocupaciones, sobre todo en sus inicios, de vendedores puerta-a-puerta, mecánicos y plomeros. Todo trabajo que ejerzan será el punto de partida del revés de la trama: quizá el accidente más monumental es el que protagonizan en lo que Von Busack define como “sinfonía del desastre”, el corto de 1940, “A Plumbing We Will Go”, como plomeros –ocupación que debieron tomar para escapar de la policía- en un palacete muy elegante sede de otra congregación de distinguidos, donde hay una simple gotera. Mas allí se las arreglan para confundir la instalación eléctrica con los caños de agua e inundar los aparatos eléctricos, provocando la hecatombe.


Ahora bien, la génesis de las luchas de pasteles está en “In The Sweet Pie and Pie” (1941), corto que inicia mostrando a Moe, Larry y Curly encarcelados, sentenciados a la horca por un crimen que no cometieron. Antes de ser colgados, son usados por tres señoritas de la sociedad cuya herencia millonaria depende de que se casen inmediatamente, y como no lo desean, acuden a comprometerse con ellos, condenados, para enviudar sin remordimiento y percibir la renta. Engañados, los Chiflados suben posteriormente al cadalso, evento que es presenciado por otros presos como un verdadero espectáculo, con relator y vendedores de golosinas y programas incluidos; pero a punto de morir, se conoce la captura de los verdaderos criminales y son declarados imprevistamente inocentes. Así que emocionados, van en busca de sus esposas, quienes ante la desagradable sorpresa deciden que la única manera de desprenderse de ellos es entrenándolos para ser “caballeros de la sociedad”, suponiendo que demasiado lujo les hartaría finalmente, abriéndoles el camino al divorcio. Los Chiflados deciden aguantar y comportarse día y noche como “caballeros”, para no darles excusas a sus esposas de que los echen (-Moe: “Escuchen bien esto: estamos en la sociedad y tenemos que actuar como en la sociedad”. -Curly: “rehuso a actuar cómo un estúpido”). Los monumentales somieres les resultan demasiado cómodos y proceden a armarse una cama de tres literas que les recuerde a la cárcel; son obligados a bañarsephoto_foodfight.jpg “más de diez veces al día” y a tomar clases de danza. No hay duda que no podrán acostumbrase a las hormas y comodidades de la aristocracia, pero lo soportan y hacen fracasar el primer intento de sus damas. El plan B incluye presentarlos en una verdadera fiesta de la alta sociedad. Allí esperan que los demás asistentes se percaten de lo bárbaros que son en realidad y que eso sea motivo suficiente para permitirles deshacer el compromiso. Bien entrenados llegan a la fiesta en cuestión, que se convertirá en el campo de batalla. (Muchas veces en estas reuniones a la que acuden podemos apreciar como Curly o Shemp se apropian de cubiertos y fuentes de plata, y los esconden entre sus ropas, actitud que Moe suele reprimir para no echarlo todo a perder, a pesar de que la suerte ya esté escrita). Los pasteles que volaban de un lado de la sala para otro acertaban en los rostros de cada uno de los aristócratas, sin que nadie se mantuviese neutral y resignando toda formalidad y nivel, rebajándolo al de los Chiflados.

Morlan nos dice que “la temática recurrente de todas las comedias de peleas de pasteles era el sentimiento de anti-aristocracia y riqueza, tan popular en las películas de la Era de la Depresión. Los argumentos eran bastante repetitivos. Perezosos rufianes ingresaban a las filas de la alta sociedad y prontamente hacían añicos el clima elitista. El resultado en cada caso era el mismo – patrones y matronas de la sociedad eran rápidamente relegados al nivel de los rufianes y eso los hacía ver tontos”. En parte, se asociaba la violencia impresa a los filmes cómicos con los conflictos sociales, las injusticias y opresiones con que se margina, los pobres y todos aquellos sometidos a la autoridad, que se infiltran para destruir un clima mediante otra violencia, no dañina, si bien portadora de una “vena anárquica” (esto último les hacía invariablemente populares entre “aquellos oprimidos por la autoridad –los niños y la gente pobre-”, dice Von Busack –¿se refiere a los padres con la autoridad que oprime a un niño?-). Si hay algo de sentimiento anarquista en todos estas irrupciones, se comprueba más que bien en la genial “Ojo por ojo”, de Laurel & Hardy, que es arrolladora con el sistema. Vale aclarar, pues, que los Tres Chiflados no fueron los únicos que transmitían las desgracias del período, más algunas respuestas para elevar autoestima; hambre, fábricas, desempleo, problemas económicos, y anarquía en diferentes envases, se insertaban en otras películas cómicas mudas primero y luego sonoras, un poco más refinadas, como por ejemplo, Laurel & Hardy (“El Gordo y el Flaco”), Abbott & Costello, Marx Brothers, Charles Chaplin, etc.

holiday13.jpg Uno presume que esta devaluación de los valores de ostentación de la aristocracia –y de las mismas personas que la encarnan gracias a los tortazos directos a la cara aplicados por el trío- gustaba al público perjudicado por la crisis, que su moral alicaída se vería elevada por estos entretenimientos. Veamos. El criticismo que divide cualitativamente el humor alegaría que el “sutilmente creado” expone las condiciones del receptor con una mayor profundidad, que si bien no es restrictiva, nunca resulta tan instantánea. Como si esa ausencia de espontaneidad les fuera exclusiva, lo que vengo señalando devendría en que el humor “chiflado” tampoco muestra esas condiciones al instante, lo cual para oponerlos no sirve porque es claramente una contradicción. Si funciona esa inhabilitación del espectador, entonces no será instantánea la recepción. Mientras unos incitan a ver en su humor un comentario social a través de un complejo más refinado, los otros comentan al tiempo que se explayan velozmente en la plétora de golpes y efectos sonoros que acucian al espectador. Si esos comentarios sociales -críticas sarcásticas más o menos pasivas- no son instantáneos en los primeros, es por su profundidad; en los segundos, el beneficio de la duda se inclina porque estos comentarios residan a la vista, pero cubiertos de la superficialidad o sin-sentido que ralentiza la recepción.


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La conclusión que se revela para Morlan una vez examinados los 190 cortos –aparte de afirmar su fanatismo- es que los Tres Chiflados estaban realizando un “significativo y calculado aporte al prevaleciente clima político de la época”. Morlan antepone a tal aseveración un “a pesar de su slapstick sin sentido”, a raíz de las críticas diletantes. Desde aquí, deja de ser un mero impedimento y se convierte en un factor elemental.

¿Moe totalitario? ¿Desde cuándo?

A ese malestar político al interior de su país -expandido globalmente luego- que los Chiflados comentaban se integraría también el causado por el auge del totalitarismo europeo, fenómeno potenciado por las magras consecuencias de la Primera Guerra Mundial. Se manifestaba en la progresiva conquista del poder por parte de engendros como el fascismo italiano, el nazismo alemán y el comunismo soviético, exhibiéndose estos como los únicos capaces de poner freno al sufrimiento de sus pueblos.

Previo a su ingreso a la Segunda Guerra Mundial como respuesta al bombardeo japonés de Pearl Harbor en 1942, los Estados Unidos prefirieron mantenerse al margen de los movimientos bélicos, resguardados en la bonanza económica recobrada durante la administración Roosevelt y el New Deal. Las premisas incluían no inmiscuirse en cuestiones externas, representar con “justicia” la imagen de los países extranjeros y no tolerar hacia el interior alusiones a hechos tales como el florecimiento totalitario en Europa. A ese fin, la opinión pública debía mostrarse, sino desconocedora del tema, a lo menos indiferente.

El cine como medio de expresión sucumbió parcialmente ante una medida de intervención impulsada desde el Congreso, tendiente a evitar la temática guerra, así como las problemáticas sociales y políticas y los retratos negativos de países extranjeros, en los filmes que veían millones de ciudadanos. Digo parcialmente por que hubo algunos, como los Tres Chiflados, que, “víctimas de las circunstancias”, se escabulleron para contribuir a la propaganda de la Segunda Guerra, a la que, adrede, su país evitaba hacer referencia en películas en el intento global por mantener la neutralidad. Pese -o mejor dicho de vuelta-, gracias a su slapstick y todo su armamento de sin-sentido, lograrían satirizar figuras y hechos que precisamente carecieron, palpablemente, de coherencia o entereza alguna. El sin sentido, si se quiere pues, va a representar el sin sentido, no más.


naztyspy_lobby.jpgDe vuelta, Morlan formalizó un poco más en un artículo denominado “Contribuciones de la comedia slapstick a la publicidad de la pre-guerra: Los Tres Chiflados y Abbot & Costello” (**). El autor se dedicó a inspeccionar debidamente el filme de 1940 “You Nazty Spy”, que por su contenido se salvó de la censura que asediaba a la industria. De él dice “Era un clásico. La comedia salió satirizando a los nazis dos años antes que Pearl Harbor, cuando ‹América› estaba aún tratando de permanecer neutral”. En efecto, por 1941 un grupo de senadores estadounidenses conocidos como “isolationists” (algo así como “aislacionistas”) creó un comité que se afanaba por investigar “propaganda de guerra diseminada por la distribución o exhibición de películas”, de suerte que cualquiera con comentarios sobre la guerra o sus protagonistas pasaba a formar parte de su lista negra. Para esos días, el foco de atención del comité estaba en la propaganda anti-nazi de los filmes hollywoodenses (ya de por sí muy conservador en líneas generales), a sus ojos, una forma de movilizar al público hacia la guerra.

Pero Moe, Larry y Curly serían unos “prematuros antifascistas” -al decir de Von Busack- y los cortos “You Nazty Spy” y su secuela, “I’ll Never Heil Again” (cuyos títulos ya anticipan mucho), se permitirían caricaturizar las figuras políticas europeas aún siendo lanzados antes de la entrada de los EEUU a la guerra –cuando el país ingrese a la contienda, el cine podrá desasirse hasta cierto punto y volver a asumir la intención moralizadora-, tiempos en que “cualquier esfuerzo por criticar a Alemania o a Hitler recibiría inmediata oposición”. “You Nazty Spy” fue lanzado en enero del ’40, meses antes de la invasión de Francia por Alemania; nueve meses antes de la gran parábola “The Great Dictator” (“El Gran Dictador”), de Chaplin, que resultó finalmente mucho más famosa.

No obstante, Moe Howard se convertiría en el primer actor en parodiar a Hitler en pantalla con “You Nazty Spy”. La filmación tomó siete días de diciembre de 1939, para ser lanzada el 19 de enero de 1940. Siguiendo una excelente revisión efectuada por Lynn Rapaport sobre este tema, el film inicia mostrando una reunión de gabinete del país ficticio Moronica, con sus tres miembros discutiendo soluciones para los inconvenientes económicos que transita el reino. El Rey de Moronica desea la paz, mas como esta no es económicamente fructífera, los miembros del gabinete –que vienen a ser la pata financiera del gobierno- se decantan por derrocarlo e instituir en su lugar a un dictador lo suficientemente inepto, al que puedan manejar como títere y que desencadene una guerra (estos detalles de la trama vendrían a demostrar cómo detrás del ascenso de Hitler al poder se escondía la complicidad, el apoyo de los hombres de negocios alemanes y sus intereses -la business class germana-). El afortunado elegido es Moe Hailstone, quien junto ayou-nazty-spy-strip.jpg sus secuaces Larry y Curly se hallaba empapelando el salón contiguo. A él se dirigen pues para presentarle lo que, aseguran, es la oportunidad de su vida, la de ser dictador. Sorprendido, se toma su tiempo para pensarlo: posa su mano sobre su cara como reflexionando y lleva con ella un trozo de papel oscuro con que trabajaba. Accidentalmente queda adherido como bigote, luego se peina apenas y al instante, se torna parecido a Hitler. Cuando pregunta qué es lo que hace un dictador, se le contesta “Hace el amor a bellas mujeres, bebe champagne, disfruta la vida sin nunca trabajar. Hace discursos a la gente prometiéndoles abundancia, no les da nada y se lleva consigo todo”. Acepta emocionado por la inmensidad de poder adquirido de un momento a otro y se preocupa por asignarle sendas ocupaciones a sus amigos: Larry como Minister of propaganda (“Ministro de Propaganda”) y Curly como Field Marshall Herring (“Mariscal de campo”). Moronica inaugura por tanto nueva bandera: serpientes enroscadas conformando la esvástica, y un slogan: “Moronica for Morons”. Moe Hailstone en su nuevo “cargo” ordena una quema de libros y envía a un hombre inocente a un “campo concentrado”, todo en una hilarante caracterización que tiene sus ápices cuando ensaya expresivamente el dialecto germánico y las poses y movimientos al son de “Heil! Heil! Heilstone!”, con Larry imitando a Goebbels (y también a Joachim von Ribbentrop, dicen) y Curly pasando por Göring. Sobre el final del corto, Hailstone planea arrojar a los leones –retomando un método típico de la Roma imperial- a todo disidente habitante de Moronica. Contrariamente, son los propios Chiflados quienes se las ingenian para ser devorados por las fieras, finalizando el corto con la imagen de un robusto león que eructa “vistiendo” el sombrero del Führer.

nazty5.jpgEn julio de 1941 sale la secuela, ““I’ll Never Heil Again”, a pesar de que -tal vez por única vez en toda la historia de su filmografía- los Chiflados mueran en la previa. Aún faltaban cinco meses para Pearl Harbor. Este corto abre con Hailstone ya asentado como dictador de Moronica, Curly en su papel de Field Marshall Herring (con tantas medallas que las luce por delante y detrás de su traje) y Larry como Ministro de Propaganda, situados en la hacienda del Rey Hermann “6 y 7/8s” –el derrocado rey de Moronica-, resueltos a dominar el mundo. Pero los poderosos burócratas que idearon el plan en el anterior corto deciden que han tenido suficiente con este dictador y emprenden otro proyecto para reubicar a Herman en el trono. Con ese fin, enviarán a la hija del Rey, la princesa Glinda, para que intente asesinar a Hailstone. Vemos antes de su llegada a Moe afeitándose y asistimos a una lucha entre él y Larry y Curly por un pavo (turkey en inglés, “pollo”), que vuela por el aire de mano en mano hasta que a Curly se lo arrebata la figura de Napoleón Bonaparte desde un cuadro, dándose el emperador a la fuga y dejando a Moe llorando lastimeramente por la pérdida. Glinda entra al cuarto y lo seduce, convenciendo al dictador de que sus aliados, los Axis (“Ejes”), están tramando un complot contra él. Luego, desapercibidamente coloca una bomba en forma de bola de billar sobre la mesa de juego y se retira cuando Heilstone inicia un partido con sus dos compinches. A lo largo del juego, inexplicablemente –otro rasgo del slapstick- la bola blanca desafía las leyes físicas evitando la bola explosiva, dando un rodeo o saltando sobre ella, llegando a chocar con la cabeza de Herring. Reacción inminente: le ladra a la esfera explosiva (clásica reacción de Curly ante el enojo o el miedo), y ante los reproches de Hailstone, no hace más que arrancarle el bigote: algo que parece desnudar al dictador, que le exige memorablemente: “¡devuélveme mi personalidad!”.


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Cuando los representantes “aliados” (entre ellos, un tal Chizzilini que remite a Mussolini, y los de Rusia –hasta junio de ese año, en relaciones con Alemania- y Japón) llegan al salón para una reunión con Hailstone, éste les recrimina la conspiración y asegura que el mundo será suyo de todas maneras, demostrándolo al tomar un globo terráqueo de la mesa. Así se desata una nueva batalla por el control del mundo, una de esas acostumbradas escenas en que pelean con otros individuos mucho más fornidos (los Chiflados eran bajitos y sus opuestos, malhechores y mujeres, siempre bastante más altos) y supuestamente inteligentes que ellos, pero que termina con la victoria del trío, sin un rasguño para nadie a pesar de todo. Con los “aliados” derrotados, el planeta simbólico ha quedado en manos de Herring, y por eso le ataca Heilstone, ansioso por obtenerlo sólo para él. Pero Herring se niega y lo quiebra sobre la cabeza del dictador, sumiéndolo en un ataque de nervios. La tensión también hace efecto en Herring, quien toma enfadado la bola explosiva de pool y la detona arrojándola al suelo, ocasionando la explosión de todo el lugar. El corto concluye con la restauración de la monarquía de Herman, donde sólo hay cabida para las cabezas de Hailstone, Herring y el Ministro de Propaganda como trofeos en la pared de la sala.

nazty8.jpgEl film no fue el último con color político apuntando a la 2°GM, puesto que también atraviesa los posteriores “Back From the Front” (1943), “They Stooge to Conga” (1943) y “Higher Than a Kite” (1943), con contenido antinazi, más un par de cortos teñidos de anti-japoneses, “The Yokes On Me” (1944) y “No Dough Boys” (1944) (de los que se dice que son poco retransmitidos por racistas) y otros como “Gents Without Cents”, que los muestra lidiando con la Guerra en una trama más local, sin presentar aquí parodias de nadie en especial.

Cabe agregar, empero, que “You Natzy Spy” fue considerado por Moe, Larry y el director Jules White como su favorito. Por alguna razón, este filme pasó de largo en la supervisión de los isolationists, aunque, -craso error entonces-, no fue ignorado en modo alguno por el público que la convirtió en una de sus películas más populares. Siguiendo a Morlan, los senadores interventores cayeron en una “aparente actitud elitista, al regirse por un criterio de inspección que valuaba a los filmes sospechosos por tipo, p.ej., “películas de calidad” en oposición a “slapstick”, etc., lo cual pudo haber sido una gran equivocación. La comedia slapstick era inmensamente popular como forma de arte a fines de los ’30 e inicios de ’40 (…)” (***). Para Morlan es probable que haya habido tal elitismo. ¿Quedaron entonces ellos mismos, políticos representantes del pueblo, relegados al nivel de los Chiflados por asumir tal actitud, menoscabar su género y desdeñar lo que evidentemente era más consumido? ¿Se hace añicos ese elitismo?they-stooge-to-conga-strip.jpg Por supuesto, no les ha llovido ningún pastel, pero volvemos a ver que reprobar su humor por incapaz de transmitir relaciones con la realidad es un tanto orgulloso; que ese latente elitismo trajo consigo la menor atención prestada a los cortos que se exhibían ampliamente en los circuitos -gracias a su duración, útiles para múltiples presentaciones o como antesalas a películas más extensas-, específicamente, a una película del género como “You Nazty Spy”, cediendo la posibilidad de adelantar sentimientos, el anti-nazi por caso, que penosamente se hallaban desarrollados en la opinión pública gracias a los mismísimos esmeros gubernamentales. Los Tres Chiflados se sumaban de este modo al “esfuerzo de guerra” y a la incipiente promulgación y crítica de la Segunda Gran Guerra desde el cine, cuando todo Hollywood se hallaba en el ojo de la tormenta.

Los Tres Chiflados: arte poética

por Alan Pauls*

“Velocidad, asentimentalidad y —habría que agregar— una especie de musicalidad insensata, a la vez primaria y desconcertante, que se destila de un frenesí corporal sin fin. ¿No era esa disfuncionalidad sonora la que hacía las delicias de Jack Kerouac, quizás el más sofisticado groupy del trío que haya dado la alta cultura norteamericana? La variedad de gruñidos, suspiros, gemidos, refunfuños, chasquidos y demás emisiones corporales era tal que Kerouac, perplejo, se preguntaba por qué seguían hablando, por qué alguien —un guionista— insistía aún en poner palabras y frases en boca de esos energúmenos. Kerouac, que, como todos los beatniks, era muy sensible a las dimensiones pre-semánticas del lenguaje, había dado con la clave de la poética de los Tres chiflados: la onomatopeya.

Hay dos maneras posibles de considerar esa modesta producción sonora. Una, la paternalista, es describirla —condenarla— como una fase primitiva del lenguaje: un estado anterior, no desarrollado y por lo tanto deficitario. Otra es pensarla como un estado límite del lenguaje: un umbral, una frontera crítica que plantea nuevas relaciones entre todas las cosas que el lenguaje suele poner en contacto: sonido y sentido, signos y cuerpos, signos y cosas, cuerpos entre sí, etc. De esas relaciones, los Tres chiflados siempre privilegiaron una en particular, al extremo de convertirla en su caballito de batalla: es la relación entre el sonido y el cuerpo. ¿Cómo hacer para que un cuerpo suene? ¿Dónde hay que tocarlo, golpearlo, violentarlo, para arrancarle los sonidos que encierra? Esas son las preguntas que planean sobre la poética cómica del trío. De ahí que cada film sea a la vez un manual de instrucciones para torturar y un tratado musical. La comedia nace del dolor, como la onomatopeya y las interjecciones nacen del golpe, de la herida, de la martirización de la carne. He ahí la extraña fertilidad del sadismo de los Tres chiflados.”

*fragmento del artículo Comedia y dolor. A propósito de Los tres chiflados, Página/30, julio de 2000

Rapaport acentúa también en este contexto, el valor de la procedencia religiosa del grupo. Los Tres Chiflados compartían un origen judío: por un lado los hermanos Horwitz –luego “americanizado” Howard- (Harry Moses –Moe-, Jerome Lester –Curly- y Samuel –Shemp-, tres de los cinco hijos de Solomon y Jennie Horwitz, una pareja de inmigrantes judíos procedente de Rusia), después Louis Feinberg –Larry Fine-, hijo de Joseph Patronus y Fanny Lieberman y el mayor de cuatro hermanos, más Joe Besser –Joe-, el noveno hijo de Morris y Fanny Besser, oriundos también de la Europa oriental. (Curly-Joe DeRita fue único chiflado no judío, mas su participación fue apenas nula, asistiendo a los últimos cartuchos de Moe y Larry para completar el trío en su declive hacia 1975).

Pues, aparte de ser antihéroes, “lucían su judaísmo en tiempos en que negar el propio carácter étnico era parte integral de la industria fílmica norteamericana. (…) Todas las familias de los Chiflados han huido de la persecución antisemítica en Europa a fines del siglo XIX, y de alguna pequeña manera, los cortos ayudaron a poner la amenaza Nazi en primer plano, llamando la atención de aquellos asiduos al cine. Mientras que los inmigrantes judíos que habían fundado el negocio de la industria cinematográfica eran reacios a criticar la Alemania Nazi en pantalla, los Chiflados revelaron su judaísmo naturalmente y difamaron al hombre que estaba destruyendo a su gente en Europa (…)”. La apreciación que hace Rapaport es muy directa, y sin reparos, asigna a los esfuerzos hechos por los Chiflados en parodiar a Hitler una especie de venganza apenas perceptible hasta para ellos mismos, por poco espontánea.

Larry fue quien puso en práctica con mayor consistencia, sobre todo en sus inicios actorales, elementos propios de sus fuentes y prosapia religiosa, combinando bailes típicos rusos con chistes judíos, hablando seguido el idioma judío conocido como Yídish (o ídish); en varias ocasiones –se cuentan en total 26 cortos, incluyendo justamente a You Nazty Spy- los Chiflados en su totalidad, intercambian como si nada, -naturalmente si lo vemos como Rapaport, ya que concuerda con su origen-, frases en este idioma, dificultando el acceso a chistes muchas veces internos (lógicamente, algo que sólo se puede discernir observando los filmes en inglés original, y no en las traducciones al español, a pesar de su fidelidad).

De allí que los cortos de los Chiflados se caracterizaran inclusive por exponer una jerga más vulgar y heterogénea que la acostumbrada en los filmes de la época, en consonancia con las clases bajas, blandiendo un palabreo pedestre, con esos carices étnicos y bromas internas -gran parte de la clase trabajadora tenía ascendencia de otros continentes-, aparte de los juegos verbales y las onomatopeyas que fueron, como el slapstick, los distintivos de su humor (ver recuadro: “Los Tres Chiflados: arte poética”).


En fin, todo el mundo está chiflado

Empíricamente, los Tres Chiflados acapararon más seguidores a partir de la transmisión de sus cortos por televisión, hecho registrado allá por los ’60, rejuveneciendo las producciones de esos años que ya se mostraban en franco decaimiento con las muertes de Curly y Shemp. Nuevas generaciones de espectadores, de otras partes del mundo incluso, crecerían conociendo a los Chiflados a través del televisor, el nuevo integrante de la familia. Esta expansión masiva fue el factor que los hizo más populares que otros, pero también lo que propició la omisión de gran parte de los detalles arriba comentados, así como la cuadil.jpgintensificación de las críticas más incisivas. Porque como episodios o capítulos, los Chiflados adoptan la imagen de personajes que transitan por diversas aventuras –cual series de dibujitos animados- guiados por una torpeza que se digeriría mejor que en una sala de cine. Su reputación tendría otro bajón con este éxito en la pantalla chica, ya que así, hay pormenores que no son indispensables, gestos que permanecen ocultos por el sin-sentido y la velocidad y que pueden pasarse por alto, cosechando de todas maneras las risas. Las reacciones de los protagonistas a lo mejor no, pero las tramas se pueden entender igual. Cesan las críticas de cine y se los retransmite día a día en todo el mundo, ya como joyitas, ya para rellenar programaciones televisivas. Hoy en día, la mayoría crecimos viéndolos así, mas cuando uno se pone a investigar sobre ellos por curiosidad, se encuentra con la afirmación de su humor inmortal y se entera además, de su desprestigio por demasiado bárbaros o peligrosos, “sin sentimientos”, como se los veía en aquél entonces cuando sus películas se daban únicamente en cines. Los especialistas ulteriores que realmente deben ahondar en las condiciones de realización de los productos pasados que analizan y critican, asimismo crecieron viendo los Chiflados en sus televisores, y sin embargo no se han estirado un poco más para evitar caer en las generalizaciones que se les adjudicó durante su permanencia en el circuito cinematográfico.

Consideremos que el torbellino físico y sonoro característico del grupo hacía que detalles como estos y los anteriores no fuesen percibidos cabalmente, dejando el campo abierto para que se les critique por soeces en exceso con el humor: algo que en pequeñas dosis –en forma de episodios sin continuidad, tal vez- está bien, pero que en películas es un desaprovechamiento del arte, “lo más bajo, lo peor que pueden ofrecer las películas”, tal la reputación que según Von Busack conllevan. Para él, sin embargo, existe otra manera de ver el humor que protagonizan los Tres Chiflados. Lo básico de su postura cruza este escrito, pero viene bien citarlo un poco más, -aquí comentado lúcidamente por Alan Pauls-, para dejar en claro cuáles son las posturas cotejadas.

““No hay equipo cómico más longevo y notorio que los Tres Chiflados” protesta Von Busack, “pero eso no les impidió tener que cargar con la peor de las reputaciones. Como fanático del cine, yo sólo demando una de dos cosas: profundidad o, en su defecto, velocidad sin sentimiento. Pocos grupos cómicos fueron tan rápidos y asentimentales como los Tres Chiflados.”. La mala fama que indigna a Von Busack es conocida; vulgaridad, sadismo, sexismo y un coeficiente intelectual alarmantemente bajo a la hora de concebir situaciones y diálogos son algunas de las muchas imputaciones que recibieron. (…)

Pero esos reparos, que siempre fueron inversamente proporcionales a la popularidad del trío (gracias a la TV, entre otras cosas, Moe, Larry y Curly nunca pasan de moda), descansan en un equívoco muy habitual, probablemente inspirado en el paradigma cómico-moral de Charles Chaplin: creer que los comediantes son gente que dice cosas serias, llenas de sentido, a través del humor, del sinsentido. Las cosas cambian, sin embargo, cuando el humor deja de pensarse como vehículo y se piensa como un idioma singular, específico, donde los sentidos se alteran tanto como las formas.”


El último párrafo es muy claro. Es el humor del que hablábamos al comienzo, que Pauls nombra “comedia descerebrada”, y es el que incluye a la velocidad y asentimentalidad referidas por Von Busack. Es el blanco de las mañas de los diletantes, que creen que por no ser un “vehículo” para transmitir sentido alguno, pierde encanto. Hasta aquí, la concepción del sinsentido como lo ve Von Busack ha sido útil para despegarle de aquellas “imputaciones” tan deshonrosas, justificando que algo vistosamente “sinsentido” no esté obligado a decir cosas. Ciertamente, no tiene porqué hacerlo: prefiere tornarse un “idioma singular” (Pauls) y acarrear con él sus propios métodos para hacer reír.130-148.jpg

Ahora bien, pudimos ver nosotros cómo todos los caracteres de este humor llegan a conjugarse para decir algo, casi naturalmente –como marca Rapaport-, sobre sucesos y personas. Es un lenguaje particular y un vehículo a la vez: la maquinaria de los Chiflados, vertiginosa y bien aceitada por el slapstick, que ya en funcionamiento, está hablando sobre nuestro mundo en su propio idioma. Lo vimos con los diversos comentarios sociales y políticos cifrados en su propio tipo de humor - falta de sentimiento y abundancia de fugacidad, que además reflejaban por sí mismos nuestro andar racional diario-.



En fin, Von Busack no pierde la oportunidad para preguntarse porqué los Chiflados no pueden ser considerados entonces clásicos a la altura de su popularidad. “De algún modo son iconos de la comedia. Aún así, si son elogiados, son elogiados egoístamente, sin ser recomendados. A esta altura, los Chiflados han mostrado duración, influencia y popularidad. ¿No son clásicos todavía? ¿Qué les falta? Consideren cuánto ha cambiado el mundo desde los años ’30, y como aún son fácilmente entendidos, queridos y reídos.”. Si por clásico se circunscribe a lo que pueda ser digno de imitación, entonces los Chiflados sufren la mirada que antes notamos, que los ve y se aleja, los contempla divertida pero sin arriesgarse a copiar sus métodos. Mas quienes le asignan una mediocridad –no la mediocridad técnica, de errores o recursos, sino aquella que la tiene por peligrosa o denigrante de la cultura- expresan resquemor ante ellos por su inmensa popularidad (“¡cómo puede ser populares siendo tan vulgares, sin emitir sentido alguno a lo que hacen!”), divorciando para siempre “popular” con “clásico”. Pero estos pretextos en realidad no hacen más que renegar del mundo -digámoslo sin complejidades y hasta con eufemismo-, “chiflado” en que vivimos. “No son sofisticados, ciertamente, y tampoco eran siempre originales. Pero, ¿cuántos comediantes de películas en blanco y negro de los años ‘30 todavía atraen audiencias regularmente? ”. Como lo decíamos antes, esa velocidad y asentimentalidad es tan innovadora y clave en ellos como habitual en nosotros. ¿Será por eso que el mundo los sigue viendo todavía? Y a este paso nos preguntamos, ¿quedan dudas sobre si continuarán siendo vistos en un futuro?


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© El Anverso - Junio/Julio 2007


BIBLIOGRAFÍA

· Three Stooges. (2007, July 28). In Wikipedia, The Free Encyclopedia. http://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Three_Stooges&oldid=147635607

· List of Three Stooges shorts. (2007, July 22). In Wikipedia, The Free Encyclopedia. http://en.wikipedia.org/w/index.php?title=List_of_Three_Stooges_shorts&oldid=146319705 (para argumentos de algunos filmes)

· The Three Stooges Online Filmography http://www.threestooges.net/

· Mitch Shapiro, notas sobre la filmografìa de Los Tres Chiflados. http://www.3-stooges.com/text/shorts1.html

· Diana Paladino, El Cine: itinerarios de celulosa. Bs. As., Ed. Policial, 2001

· Richard von Busack. Nyuk, Nyuk, Nyuk! The Moe, Larry and Curly school of a timeless social disorder.

http://www.metroactive.com/papers/metro/01.16.97/cover/stooges1-9703.html, revista semanal Metro Silicon Valley (del 16 al 22 de enero de 1997)

· Lynn Rapaport The Three Stooges vs. Hitler, San Diego Jewish Journal http://www.sdjewishjournal.com/stories/mar04_5.html

· Alan Pauls Comedia y dolor. A propósito de Los Tres Chiflados http://www.pagina12.com.ar/2000/suple/pagina30/00-07/nota.htm


[El vodevil] (del francés voudeville) es una especie de comedia “frívola, intrascendente y picante, con un argumento de enredos, equívocos y temas amorosos, incluyendo usualmente números musicales”.

[2] Concretamente, el slapstick es un estilo de comedia que involucra exageraciones en distintas situaciones, sobre todo de violencia física. Es común en los géneros de entretenimiento en los cuales se supone que la audiencia captará tal violencia hiperbólica, excediendo los límites del sentido común y riéndose sin sufrir. (Un ejemplo común reside en los dibujos animados -Looney Tunes; Tom & Jerry). Su popularidad creció con el circuito de vodevil norteamericano y sus rutinas étnicas del siglo XIX y comienzos del XX, alcanzando el esplendor en las películas –mudas sobre todo-, de directores como Mack Sennett y Hal Roach y otros especialistas como Mabel Normand, Roscoe “Fatty” Arbuckle, Buster Keaton, Charles Chaplin, Laurel & Hardy, Marx Brothers, the Keystone Kops, y Los Tres Chiflados. Entre las críticas de las que hablamos, también se puede señalar que el término “slapstick” suele usarse peyorativamente, a pesar de que este estilo implica para los que lo practican un exquisito timing, y un infalible cálculo de ejecución y de reacciones o reflejos.

[Richard von Busack] es historiador, y crítico de cine en la revista Metro Silicon Valley desde 1985.

[4]A Pie in the Face: The Three Stooges’ Anti-Aristocracy Theme in Depression-Era American Film”, presentado en la Popular Culture Association de Bowling Green (Ohio) State University, abril de 1994.

[5] Existe un corto muy similar de los Tres Chiflados, Vagabond Loafers (1949) con la misma trama casi, y las mismas escenas principales –algo muy usual en su carrera esto de hacer propias remakes repitiendo escenarios y guiones- donde actúa Shemp en lugar de Curly (quien estaba muy enfermo ya por esa época, falleciendo tres años después), y donde los Tres Chiflados sí son plomeros profesionales, “de Día y Noche”. La reunión de aristócratas tiene por objeto la contemplación de una nueva adquisición artística de los anfitriones, un cuadro muy valioso que será robado silenciosamente por dos ladrones entremezclados con los visitantes. A pesar de los desmanes–vuelven a sacar los cables y llenar los sistemas eléctricos de agua, entre otras atrocidades- en este corto los Chiflados sí son los héroes de la noche al capturar a los dos facinerosos y recuperar la obra.

[6]Slapstick Comedy Contributions to Pre-WWII Film Propaganda: The Three Stooges and Abbot & Costello”, presentado en el encuentro de la American Culture Association y la Popular Culture Association, en New Orleans, 10 de abril de 1993.

[7] La síntesis del argumento se basa en el artículo escrito por Lynn Rapaport, “The Three Stooges vs. Hitler”, para el San Diego Jewish Journal, que reafirma el valor del “esfuerzo” de guerra por parte de los Chiflados, todos ellos judíos, oponiéndose a Hitler. Lynn Rapaport es profesora asociada de Sociología en Pomona College. Es autora de “Jews in Germany After the Holocaust: Memory, Identity and Jewish-German Relations” y se encuentra trabajando en un proyecto sobre cómo se representa el Holocausto en la cultura popular.

[El "mariscal"] es en algunos lugares, una persona del más alto rango militar; el “mariscal de campo” es una posición específica del fútbol americano, deporte peculiar estadounidense.

[9] El trabajo de Morlan expone que “el comité señaló 39 películas más nueve episodios del newsreel “The March of Time” (La Marcha del Tiempo), como las más ofensivas en su contenido propagandístico. Ninguno de los filmes listados eran comedias; sin embargo, “El Gran Dictador” de Charles Chaplin figuraba entre una lista adicional de títulos ofensivos citados por los senadores.”

[10] En el período posterior a la 2da Guerra, el cine hollywoodense volvería a ser blanco de una nueva “caza de brujas” preparada por el clima de Guerra Fría que enfrentaba al país con la URSS, ex “aliada” en la 2°GM. Impulsada igualmente desde el Congreso (sobre todo por el líder Joseph McCarthy – el maccarthysmo-), no había espacio en el arte para ningún retoque de índole ideológico, de manera que las blacklists se saturaron de supuestos traidores a la patria, entre comunistas y pro-soviéticos. Cundieron la censura, los juzgamientos y encarcelamientos, los que delataban y “colaboraban”, y así también el exilio de actores, productores y directores, tanto de generaciones anteriores como de las nuevas.

Los Chiflados asimismo se infiltrarían en este clima político de posguerra, con un par de filmes (“Dunked in the Deep” (1949) y su remake “Commotion in the Ocean” (1956)-) incorporando caracterizaciones muy claras de Stalin, el líder soviético -a través del actor Gene Roth haciendo de rudo espía “extranjero” que oculta información, microfilms, dentro de sandías y al que desbaratan esperada e insólitamente los Chiflados-.

[11] Para adentrarse en este idioma sirve el artículo de Wikipedia, desde aquí

[12] Para aquellos que tienen alguna noción de inglés, aquí hay unos extractos de la Wikipedia en que se muestran estos detalles.

- bromas internas:
An example of this is the use of the initials A.K. for big shots and mucky mucks. A.K. was an inside joke which stood for Alter Kocker (Lit: elderly defecater), a Yiddish idiom which means an old man or woman of diminished capacity who can no longer do the things they used to do.”

- Yidish:
Much of the “Gibberish” that the stooges sometimes spoke was actually the Jewish language of Yiddish. The most famous example of this occurs 15 minutes into the 1938 short Mutts to You. Moe and Larry were impersonating Chinese laundrymen in an attempt to fool the local cop. While being questioned Larry says “Ech Bin A China Boychic Frim Slobatkya-Gebernya Hak Mir Nisht Ken Tshaynik And I Dont Mean Efsher”. This translates as “I’m a china boy from Slobatkya Gebernya (Jewish European City in the 19-20th century) stop annoying me and I don’t mean maybe.”

 
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