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Me pregunto si las cosas que pasan hoy por mí están guiadas por algún espíritu que se resguarda del sol en los bosques de Katyn. Que haya dado muchas muestras de que creo que el Hombre es un gilastrún que hizo su historia desde que evolucionó, no me aleja de esa situación de autorasqueo, a veces me encuentro refregándome los ojos cada vez más irritados, con menos pestañas, hinchados y reclamando que alguien los cierre de un cortinazo... y con ello, pensando en las manos invisibles que me mueven sobre el asfalto de esos caminos que día a día tengo que recorrer para sentirme vivo.
Que a veces tomo clases de cosas que me hacen sentir responsable y con ganas de cambiar tantos malditos cierres, que busco y busco y no encuentro más que repeticiones incansables de lo poco que me faltaría para volver a enfrascarme en un colchón.
Que a veces me pongo a mirar las gentes y me dan desconfianza. Y que yo trato, pero algunos arman pequeñas sectas para sobreponerse y caigo en mirarme a mí mismo y querer mandar todo a la porra.
Que siento como cuando hablo y digo cosas más en público, me cierro y sólo puedo declararme muy sincero cuando nadie me corre. Incluso lo intento en presencia de otros y me siento un boludo.
Que estoy bien, que estoy mal. Que me cuelgo con las cosas, que no estoy a la zaga del mundo, que quiero descansar más, que ya estaría descansado, que acumulo ideas y no las expreso, que soy un salame y un bobo. Y que está bien y mal serlo. Busco mi propio bosque y mi propio ombú, mi propia magnolia y begonia, pero también me enredo con las telas que cuelgan y me tropiezo con los hermosos yuyos. No caigo en excesos, me muevo constantemente, me la paso intentando ver más allá solo para comprender qué tan a gusto estoy cuando disfruto lo más mínimo y tranquilo del tiempo. Para estar en cualquiera de las dos situaciones, para tomarle el gusto a cada comida y a cada trago de bebida, para apreciar cada sonido de los que surgen por el resto, para entender lo que hace cada uno de mis semejantes.
Para tener que estar adelante de este teclado y pantalla y teclear lo que transita por mis sienes, mi sangre, y mi cabezal. Cuando los otros textos que escribo sólo quedan en la mente a la espera de suficiente fuerza para ser plasmados. Y podría volver a reiterar cierto hastío.
Dylan me canta: "ahora no cantas tan alto, no te sentis tan orgulloso, no tenés nada, no tenés nada que perder". Cómo se siente, querer permanecer rodando y rodando, y ver pasar el camino.