25.12.07

Una lágrima de Navidad

santas.jpgUna lágrima de Navidad fue escrito, como casi todo, de un tirón, en fecha del veinticuatro del pasado año, la Nochebuena anterior. Esto solo puede reafirmar una cosa: lo que se diga sobre estas épocas festivas tiende a repetirse tediosamente diciembre a diciembre. (...)


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P. P.

“Fiestas” dentro de las urbes (vemos lo mismo en este año) 24/12/07

“Una lagrima de Navidad” fue escrito, como casi todo, de un tirón, en fecha del veinticuatro del pasado año, la Nochebuena anterior. Esto solo puede reafirmar una cosa: lo que se diga sobre estas épocas festivas tiende a repetirse tediosamente diciembre a diciembre, tanto en referencia a los días de paz, comprensión y felicidad que representarían, como en sus mistificaciones, atacándolos por su simbolismo, floreciendo como nunca los ánimos materiales y la pesadez de los lazos, más que nada familiares. Todo esto me libera, por lo tanto, de exponer alguna novedad o verdad, situándome, como le pasa a la mayoría que haya visto un poco de tristeza entre tanta maleza colorida y artificial, en el lugar del sofocado, buscando el lugar más cercano donde pega esa aurora que nos somete a festejar también, a la -reducida, por lo menos- reunión con -al menos de vuelta- algunos conocidos (todo es un inicio, que se acrecienta según variables factores que nos involucran, a nuestros entornos físicos, en medida sociales).

Algo ya impuesto, una tradición muy explayada que se renueva cayendo sobre nuestras cabezas en cualquier lugar del globo que se precie de civilizado; es un espíritu que ha extinguido su soplo inicial, vaciando el estuche, escapándose de las manos antepasadas y transformándose en inalcanzable, de motu propio, sobre el que cuesta retomar influencia. Sobrevivió por su propia practicidad, alzado por una lógica que no estaba al comienzo, según el cuentito, pero que le echó los ojos cuando el abuso pareció justificado por un cuerpo de progreso basado en la mente calculadora y la ciencia aplicada, hacedora de maravillas.

Por eso casi pareciera que nuestro acercamiento puede ser sólo consciente: la inconsciencia, la aceptación en pos de un disfrute de la vida único e irrepetible, es algo que dura hasta cierta edad. Quizá la más bella etapa de todas, la del niño de cualquier condición social que se entera de la llegada de una época anual asociada a ese mundo de esperanza, de luz, de obsequios (por ser ellos un regalo, una sorpresa del día a día, acumulando para lo que devendrá próximamente, los chiquitos deben vivir de regalos), una fantasía muy saludable cuando no precisan pensar en otros temas. Creo que con esta parte no hay queja posible, pues en el fragor de la adultez, días que se presten a ser vividos como alegría de los niños, destinados a ellos, son una muestra de que hay dejos en nuestro más cercenado devenir de aquellas noches centelleantes y entusiasmo por los ruidos, entre las personas más cercanas, las cenas y los depósitos al borde del árbol (otra vez, todo en la medida de las posibilidades de cada situación particular; estoy queriendo acotar a lo más global y sentido -veo que temo que no se comprenda).

Pero olvidemos por un momento a los chiquillos, y que disfruten como puedan, hay que decir –porque, lo que es detestable, desde aquí mucho más no puedo hacer. Más allá de todo desvanecimiento, que implica renunciamiento y nostalgia, y de lo que queda de estas fechas (todo vuelve al mismo punto, no dudemos que es la plata, el dinero), en las fiestas, cuando de pronto se atisban personas abandonadas, se las invita a sentarse a una mesa, se las recuerda escribiendo cartas (ahora la cosa cambia por el e-mail), poco nos damos cuenta de que somos partícipes de algo “primaveral”: un producto (que palabra, ¡eh!) de enorme potencial. Lo más perceptible es la reavivación de los deseos de felicidad ajena, veamos sino como todos andan deseándose felicidad mutua, y vayamos despacio para calcular... todos queremos ser felices, que el resto lo sea también... ¡toda la felicidad junta! Dicha, nada más que buenas cosas les ocurran a los demás, erradicar los malos designios. Apostamos tanto por esta felicidad global que no se nos antoja imposible su materialización, como si nada funesto pudiera pasar -sólo que es bastante más fácil soñarlas cuando para hacerla todavía seguimos tanteando-. Qué inmenso poder este, surgido sólo de palabras, de boca en boca, de escritos (intentemos asumir que nos nace porque sí), qué poco necesita de cables, antenas y pantallas (solo para los casos más extremos estos complementan, para que los sinceros deseos crucen territorios –que existan es otro tema, de estrecha relación). Cuántos sujetos temibles deben manifestar prosperidad para el otro, y no darse cuenta de que realmente suman, porque hasta el más maldito debe querer la gloria, ignorando que es adquirida y portada sólo en compañía, mal que le pese (los que no desean nada, como el tan mentado Scrooge, se mueren en su frasco de mayonesa si no acuden los fantasmas).

Por unos días, más aún los exaltados por los vapores del alcohol, todos vemos que sobrevuela un comportamiento general diferente; que ya no resulta tan difícil o intimidante desearle salud al otro, o al menos un buen año. Considerando las siguientes situaciones: por un lado, las peores, las de quienes quisieran poder disfrutar de estas fechas como se debe (como la lógica material dicta), pero que se han visto marginados, quedándoles llorar la lluvia de fuegos; por otro, las tremebundas, aquellos que lo tienen todo (o lo indispensable) pero odian la trascendencia porque los sume en el tedio de portar más caretas, incluso ante quienes creen conocer; la alternativa única, y no tan mala para ser el día de su llegada o el inicio de un año entero, es resignándose, refugiándose, viendo alumbrarse la noche acompañado de una copa, repasando sus idas y regresos, no teniendo inconvenientes con la posibilidad de que todos –menos el- estén pasándola bien (lo ideal, y que venía dándose en cierto momento, es que más que no tener problemas con ello, se preocupase porque de hecho estén contentos).

Fuera de estos dos casos, todo ha sido para que al día siguiente, o luego de un par de dulce resaca, retornen los vaivenes y las caras desconocidas. Los mismos semblantes, ahora son culpables de vuelta, los otros desgraciados con quienes compartimos estos pedazos de tierra, y a los que la felicidad que deseamos podría bien hundirles, porque apenas notamos que tres colores encendidos hayan surtido efecto. No hay paciencia, todo se ha hecho migas y de ellas no rescatamos más que lo efímero que resultó tanto subjuntivo. Y comprobamos, incluso, que han sido unas fiestas de morondanga, que no las hemos pasado con quien de veras queríamos (esto nunca llega a suceder, siempre alguien está de más o falta... echamos de menos un ser querido, nos sentimos solos porque no tenemos pareja, se aprecia tensión en la mesa y temor a ofender o decir algo desubicado, negándonos, impidiéndonos ser libres de indecisión). Nos hemos preocupado por los regalos hechos y recibidos (contar con la plata para hacerlos, si fueron o no adecuados, si habrán gustado, que no me gusta, que se han equivocado con mis preferencias)... en definitiva, todo está muy bien a esta altura, hay cosas que parecen inmodificables, porque hasta involucran cierta mística. Con todo, mientras sigamos sintiéndonos mal por días así, predeterminados como de paz, almacenes de todas las posibilidades de felicidad global, sólo podremos mirar hacia atrás, amargarnos y emprender otro año más, aun con la cabeza en alto, presos de la indiferencia que retorna a nuestras jornadas, aturdidos y descorchando lo que haya quedado a salvo. El típico vino del hastío.


Una lágrima de Navidad 24/12/06

Tengo ante mis ojos un escrito, la clásica obra de Charles Dickens, “Una canción de Navidad” (1843), y en el día de la fecha se celebra la mismísima Nochebuena. Podría trazar un paralelismo entre los espíritus festivos de dos épocas y espacios diferentes, que se distancian más de un centenar de años, miles de kilómetros, y vaya a saber cuántas cosas más; por su aparente inutilidad podría también no hacerlo, pero me siento con ganas de plasmar algunas cosas con respecto a estas fechas (siento que volvería a decir lo mismo año tras año, incluso equivocado, en tanto no cambian los principios rectores). Si caigo en esa inutilidad, por lo menos habré dicho unas palabras sobre este pequeño clásico que se me resistía desde hace un tiempo, una leve justificación.

dickens.jpgEl relato de Dickens consigue transmitir un espíritu navideño esplendoroso, tanto que pretende y logra contagiar al lector, que inmediatamente, desde su lugar de lector externo, físico, real, se transporta a una Inglaterra de pobladores solemnes, trabajadores y con una moral por las nubes antes y durante estos días tan esperados. “¡Feliz Navidad!”, “Que tenga un buen pasar” se cruzan entre las gentes, de todas las edades y oficios. Esos deseos de felicidad portan una elevada cuota de sinceridad que hoy día aflora, quizá, únicamente, entre seres queridos. Ante la progresiva ruptura del lazo social –el lazo que se sale de los ámbitos propios, nunca en el nivel del cero porque precisa de un mínimo mentiroso para que coagulemos-, impulsado en efecto por el sistema industrial que movía esas relaciones a su antojo, el clásico saludo y clamor de esperanza y bienandanza ajenas se ha convertido en un fraseo obligado, una terminación del discurso, preferido y proferido por la proximidad de un momento que posee mucha carga simbólica, poderoso. Ya no sabemos cuanta felicidad somos capaces de desear. Imperceptiblemente se vino dando el avance del juego físico-violento contra lo flotante: lo que supuestamente sale del alma ahora se mueve por otros carriles, lo que sostenía en el vacío y procuraba otra sensación válida por sí misma, ahora se le anexionaron mil ofertas más.

Si un personaje avaro como Scrooge parecía único en esa sociedad de rasgos utópicos (Dickens es visto, igualmente, como un realista, retratista de los parajes urbanos ingleses victorianos degradados, las injusticias sociales y los ambientes psicológicos de los personajes), donde todos se reconocían por las calles, y no había la mínima renuencia a la comida y bebida alrededor del pavo y pudding navideños (lo que me recuerda a una obrita de Agatha Christie), elementos todos que el autor sabía que pululaban, en la actualidad –desde donde yo lo percibo- puede no ser menos que reconocida la proliferación de tipos así, abordando sobre todo el lado “material” del protagonista (y no tanto su apatía por las fechas navideñas, de lo que se espera total respeto).

(Claro, lo primero es que justamente estamos hablando de dos épocas totalmente diferentes, sin ponerme a listar tales variaciones. Obviamente puede ocurrir que allá en Inglaterra, todavía quede mucho de este espíritu, y todo sea visto como un cambio natural por el progreso ilimitado humano, de manera que lo más sustancial siga siendo esperado y festejado por gran parte del pueblo inglés. Pero, veamos algo: lo que hemos hecho es importar esta clase de festejos, con todos los elementos (ampliados por el “gran país” del norte y sus tentáculos busca-encuentra consumidores, que ha hallado suficientes –y va por más- polos dispuestos a dejarse estrujar las fiestas, como forma de agradecimiento), por más distancia entre épocas y lugares, hay diferencias que estarán siempre; notemos pues, lo que se ha perdido de un espíritu que tiene tendencias universales, y habremos saltado este obstáculo a la libre acción de opinar.)

El punto es que la riqueza, el poder económico de Scrooge, no está mal visto dentro de los tecnócratas del sistema, quienes aplauden la llegada a ese paraíso de vida. Hoy se juega a un deporte extremo que todos llevan adelante, a veces en plena inocencia, en el que se lucha por un papel signado... no estoy hablando de libros o del poder de las palabras, más bien de algo que lo contiene y está aún por fuera de todo intento de reemplazo. Aquel con dinero hoy invertiría para satisfacer demandas de ocio, que se ven florecidas en tiempos donde lo que reina es una pobreza (carencia material, presente en ambos espacios) que, no obstante, ha aprendido que no lo precisa para satisfacerse (y no hablamos más de la imagen de pesebre, austeridad plena, paz campestre, apenas alterada por los mágicos regalos de tres reyes). La felicidad se desea, no se hace, es imposible por lo visto repartir felicidad materializada entre otros extraños a los que dentro de poco se empujará para competir en el regreso al mundo.

chris.jpgRetomando, si resulta que esta persona, además de mucho dinero, muestra aversión hacia lo festejado, no hay nadie que se lo recrimine en la actualidad. ¡Tiene dinero! ¡Nada entre billetes! ¡Puede hacer lo que quiera! Porque con su poder puede demostrar que es “feliz” de otra manera, no tiene necesidad de mostrar aspectos de ese calibre por un par de días al año. No sirven las burlas o voces por lo bajo que comenten la antipatía de persona(je)s como Scrooge; hoy, los pobres felices, reunidos en su estrecha mesa de patas y medio, sólo se quejarían por su superioridad en contra de la injusticia social de que son víctimas, pero no pueden decir “Él será rico, pero la pasa solo y no disfruta la navidad”, “nosotros tenemos espíritu navideño”... Ello ya no cuenta como ventaja, como sí era un aspecto salvador en el texto. Pues, con solo ver su cara de avaro, se dan cuenta que de una u otra forma triunfará en el juego mental: el sistema está de su lado y seguirá pesando por sobre todos los malos dichos y jugadas.

Si la Navidad se ha hecho objeto de grandes grupos humanos con imaginación económica, no hay lugar para que la mirada “dickensiana” llegue a prevalecer, ni sus anhelos de reconversión. Aunque la mayor altura moral de goce junto al otro pueda atentar contra la soledad del ricachón incrédulo, sólo lo hará en esas fechas que aparentemente quieren rebrotar los sentimientos de amor y paz (y dinero), única y exclusivamente. Por el resto del año, puede ser lo bastante cruel para echarles en cara los beneficios que obtiene a diario desde su lugar de privilegio.

De hecho, Scrooge vive inmerso en la masa obreros y artesanos del pueblo. Su distancia no es fatal, el trato con otros no es tan lejano y puede percibir o darse cuenta de los bienintencionados reproches a su antinavideña postura y testarudez (por más que lo que se lo comunique sostenidamente sea una sucesión de fantasmas). La figura del ricachón hoy parece inalcanzable, evade la realidad porque apenas se lo nota, se escuda tras su empresa y la imaginación económica le permite estrechar lazos con los globos poderosos, así no precisa taparse los oídos dada su indiferencia. “Los de afuera son de palo”. En su lejanía y soledad, ¿realmente está fuera de la felicidad momentánea que conlleva la Navidad? Tal vez un poco solo, poco le importa ya que sigue ganando un juego que no debiera existir.



Me quedo corto, y me molesta muchas veces caer en este lamento romanticón, del cual no puedo salir para avanzar. Sin embargo, no puedo más que darme el lujo de transmitirlo, y sentir que hago a un lado las cosas sobre las que protesto. Por esto, no tengo más que volver sobre mí, caretearla (odio las caretas) y desear seriamente paz. El resto llega solo.


5.9.07

Reflexiones geográficas

La Geografía desde la mirada de uno de sus estudiantes. Reflexiones sobre este campo del saber que no siempre estuvo adecuadamente valorado socialmente. Una dosis de crítica frente al tradicionalismo. (...)




por Franco Cinalli



Hola a todos, soy Franco. Tengo 19 años y estoy empezando la carrera de Geografía en la UBA. Voy a hablar sobre este campo del saber que, como sabemos, no siempre estuvo (ni lo está frecuentemente en la actualidad) adecuadamente valorado socialmente. Ya sea por cierto descrédito en cuanto a su valor científico, a su utilidad social o a su aparente indefinición de campos de acción concretos.

Como comentario preliminar, voy a aclarar que todo lo que digo es lo que yo pienso. Algunos datos que doy son muy estimativos, no consulté fuentes concretas o confiables, debido a que en este primer artículo no pretendo más que largarme a escribir cosas que pienso, así que aquí no pretendo ser riguroso. Esto no pretende ser ningún trabajo demasiado serio, simplemente, quiero publicar una serie de reflexiones sobre un campo de estudio que me entusiasma, y al que por ende, me pienso dedicar en el futuro.

Ahora bien, yo creo que la geografía está todavía en una etapa de juventud y que en el futuro se va a desarrollar como ciencia perfectamente reconocible, autónoma y útil. La situación actual del mundo nos plantea una circunstancia global no muy auspiciosa. Los cambios climáticos, con sus inmensas, y posiblemente, todavía no muy estudiadas, consecuencias que va a traer (no muy positivas) a la humanidad. La cual ha llegado a un estadío de desarrollo tanto industrial, como técnico y científico que ha provocado un exponencial crecimiento demográfico durante el siglo XX (a pesar de haber ocurrido en este período dos grandes matanzas humanas o guerras mundiales). Este crecimiento, al parecer se está desacelerando muy lentamente al despuntar el siglo XXI, sin embargo esto último no parece querer detener el impulso demográfico gigantesco heredado del siglo pasado. Este concepto se basa en que, por más que el crecimiento de una población se vuelva negativo, ésta va a seguir aumentando hasta alcanzar ciertos valores, es una especie de inercia propia del crecimiento vegetativo. Por lo tanto, ahora la tasa de crecimiento probablemente sea menor a las mayores del siglo XX, sin embargo, la población va a seguir aumentando debido a la merma progresiva en la tasa de mortalidad, frente a un todavía débil retroceso de la tasa de natalidad.

Me desvié un poco. Estaba hablando de los cambios climáticos. Estos cambios son producto del enorme crecimiento industrial de los últimos 100 años a lo largo de todo el mundo y su consecuente (o será al revés???) incremento numérico de las masas humanas. Lo que importa es que para sustentar, y a su vez reproducir la masa laboral que significaba toda esta gente, las industrias aumentaron su producción y productividad a ritmos elevadísimos. Gran parte de esta actividad genera contaminación atmosférica y acuática que modifica perjudicialmente los ecosistemas originales alterando (sino eliminando) el primitivo equilibrio ecológico de vastas regiones. A su vez las enormes concentraciones urbanas que implicaron la localización industrial generaron una masa creciente de residuos (hogareños, industriales, hospitalarios y hasta agrícolas) como consecuencia de la utilización masiva de materiales descartables durante el consumo, y la imposibilidad de enterrar o renovar los desechos orgánicos en el ámbito urbano.

Así también, se aceleró la extracción masiva de recursos naturales para constituir la materia prima base para la producción industrial. Con frecuencia el mal manejo de los mismos y el empleo de tecnologías deficientes llevó a una eliminación del mismo o a una drástica reducción. Lo que conllevó a un desplazamiento de los recursos (incluida población) hacia otras áreas con recursos extraíbles. Dejando áreas fuertemente degradadas ecológicamente (y socialmente, debido a la afectación de algunas poblaciones que vivían directamente de los recursos ahora ausentes, o por sufrir los efectos de la contaminación, con posibles efectos catastróficos sobre la salud o la calidad de vida).

En estrecha relación con esto, el asombroso crecimiento de la red y calidad de los transportes, en consonancia con el desarrollo industrial ya expuesto, produjo efectos sobre la naturaleza. La gran expansión de los ferrocarriles, de los barcos a vapor, de la aviación y especialmente del automóvil produjo una gran contaminación tanto directa, como indirectamente, mediante la industria automotriz.

Toda esta contaminación se libera en la atmósfera mediante la quema de combustibles fósiles, especialmente concentrada en los ambientes urbanos, por la gran concentración de autos y de industrias y de industrias automotrices que se da en esos lugares.

Ahora bien, todo esto se da en el marco de expansión del capitalismo global entre los siglos XIX y XX. Expansión que fue grandiosa, por un lado, pero por otro, fue bastante a los tumbos, con dos profundas crisis económicas mundiales y dos guerras mundiales. Hoy en día, el modelo capitalista neoliberal plantea un mundo “unido” casi sin áreas desconectadas del llamado “mundo mundial” en una excelente ironía que leí alguna vez. Ahora bien, lo que este mundo lo tiene de globalizado también lo tiene de fragmentado. La división cada vez más tajante entre países centrales y periféricos (cuyo origen es la consabida división internacional del trabajo) provoca impactos negativos fuertes en estos últimos, que se traducen, o son consecuencia de, el manejo no adecuado de los recursos ambientales. Porque los mismos son administrados en forma no equitativa desde los centros de decisión hasta las economías dependientes. Si bien los países centrales suelen provocar fuertes impactos en el clima global, ellos generalmente transportan sus industrias contaminantes hacia los países periféricos, usándolos demasiado frecuentemente como “grandes basureros”. Es evidente que los recursos que entraña el suelo planetario no son infinitos, aunque todavía no se sepa con precisión la cantidad de recursos no renovables (minerales), el manejo sustentable de los recursos renovables (biológicos) es una necesidad impostergable, ya que pueden ser una oportunidad de mantener estos recursos a lo largo del tiempo. Respecto de los primeros recursos, su situación puede llegar a ser crítica, ya que las reservas energéticas fósiles son limitadas y su quema masiva causa muchos impactos en el ambiente natural y humano y, por ende, condiciona la supervivencia del desarrollo futuro a cualquier escala.

Otro tema clave son las reservas de agua dulce, es preocupante la velocidad de contaminación de las mismas, sobretodo las causadas por las grandes urbes, las cuales consumen grandes cantidades de agua y, por ende, desechan una cantidad equivalente de aguas servidas, de pésimo efecto sobre los ecosistemas acuáticos; viéndose alterada, por ejemplo, la posibilidad de extraer recursos alimenticios (renovables) del medio acuático.

Como así también la alteración de la calidad y el drenaje de las aguas en las cuencas altas de los ríos. En este último caso, una de las actividades de impacto más dañino es la actividad minera, que altera químicamente la composición natural de los cursos de agua continentales. En tanto, la agricultura de regadío desvía los cauces, alterando el drenaje desde la parte alta de la cuenca, lo que puede ocasionar problemas en otra parte de la misma, incluso a miles de kilómetros.

Yo creo que la geografía, como disciplina integradora de todos estos procesos, tiene el papel de integrar los procesos humanos en una escala que los comprenda totalmente, esto es, en sus aspectos sociales, políticos, económicos y ambientales. La geografía, entre otras cosas tiene el importante papel de integrar todos los procesos humanos con su contexto físico-ambiental. En la mayor parte de la historia del Hombre, el ambiente no era considerado más que como un soporte, un escenario de la actividad humana. De ahí que la geografía no era más que la descripción del aspecto físico de la superficie terrestre o de pueblos lejanos. Hoy en día, tras el fuerte desarrollo de las fuerzas productivas del que hablé, no se puede considerar al ambiente físico (hidrografía, relieve, clima, vegetación) como mero escenario. Sino que el mismo se hace cada vez más fundamental, y su preservación se encuentra en peligro (cosa que no ocurría hasta hace “sólo” 80 años) por ende se encuentra en peligro la capacidad misma del hombre de sustentarse en todos los niveles. Sustento que proviene, como parece obvio, de los recursos naturales, pero que muchos parecen olvidarlo. Como dice Reboratti: “No hay pan si no hay luz, agua, ni suelo” ("Ambiente y sociedad", cap.1, p. 20).

Por ende, la geografía debería ser cada vez más importante como ciencia, que explique además de describir.

Yves Lacoste

Por esto último, la geografía como materia en la escuela debería ser revisada en sus contenidos y en su forma de dar. No muchos saben que el control sobre el territorio es un arma fundamental para el ejercicio del poder estatal, más aún del Estado Nación. Ese control es ejercido, así, por unos pocos. De ahí que, por ejemplo, todos los mapas que se publiquen en manuales escolares deben ser revisados por el Instituto Geográfico Militar, a fin de incluir en el mismo el sector antártico reclamado por Argentina (de forma ilegítima por el Tratado Antártico, que prohíbe reclamos de soberanía de cualquier país sobre porciones de ese continente helado), y las Islas Malvinas.

Todo esto contribuye a crear la imagen de que la Geografía es una materia inútil, que no precisa más que memoria, o a lo sumo, la explicación de algún fenómeno climático o geológico. Cuando es todo lo contrario. Yves Lacoste denuncia este hecho como un engaño de los grupos de poder que ejercen el control territorial (por ejemplo, para hacer la guerra) sobre los ciudadanos en formación de hacer pasar ante ellos que la geografía no sirve más que como una materia “que tiene que estar” y nada más. Justamente, eso crea que pocos se den cuenta de lo que realmente hace la geografía (y hace mucho).

Por eso, es tiempo, como lo requiere el contexto global actual, de que la geografía se actualice mucho en su enfoque de los problemas socio ambientales cada vez más importantes. Aportando de una manera renovada su énfasis en ciencia que puede explicar los hechos sociales en relación con el ambiente de manera amplia y dinámica. Dejando así de ser un instrumento más de la tradicional y obsoleta maquinaria de la enseñanza nacional.

Franco Cinalli

Estudiante de Geografía, UBA.



5.8.07

La Domesticidad Salvaje


En G.K. Chesterton, "Lo que está mal en el mundo" (1910) (*)

La Domesticidad Salvaje

[...] Ya que la verdad es que para el moderadamente pobre, la casa es el único lugar de libertad. Más bien, es el único lugar de anarquía. Es el único punto sobre la tierra donde un hombre puede alterar las reglas repentinamente, hacer un experimento o complacerse de un capricho. A cualquier otra parte que vaya él debe aceptar las reglas estrictas de la tienda, la posada, el club, o el museo en el cual él resulta entrar. Él puede comer sus comidas en el suelo de su propia casa si le gusta. A menudo lo hago yo mismo; da un sentimiento curioso, infantil, poético, de picnic. Habría un problema considerable si tratara de hacerlo en un salón de té A.B.C. Un hombre puede llevar una bata y pantuflas en su casa; mientras estoy seguro que no permitirían esto en Saboya, aunque yo nunca en realidad he probado el punto. Si usted va a un restaurante debe beber alguno de los vinos que están en la lista de vinos, todos ellos si usted insiste, pero ciertamente alguno de ellos. Pero si usted tiene una casa y cultiva un huerto puede tratar de hacer el té hollyhock o el vino convolvulus si así lo quiere. Para un hombre simple trabajador la casa no es un lugar domesticado en este mundo de aventuras. Es un lugar salvaje en este mundo de tareas y de reglas predispuestas. La casa es el único lugar donde puede poner la alfombra sobre el techo o las tejas en el suelo si quiere. Cuando un hombre pasa cada noche tambaleándose de un bar a otro o del teatro de variedades a otro teatro de variedades, decimos que él vive una vida irregular. Pero no es así; él vive una vida sumamente regular, bajo las embotada, y a menudo opresivas leyes de tales sitios. Algunas veces no tiene permitido siquiera sentarse en los bares; y con frecuencia no le esta permitido cantar en los teatros de variedades. Los hoteles pueden ser definidos como sitios donde te fuerzan a andar vestido; y los teatros pueden ser definidos como sitios donde te prohíben fumar. Un hombre sólo puede hacer un picnic en casa.

Ahora tomo, como había dicho, esta pequeña omnipotencia humana, esta posesión definitiva de una celda o cámara de libertad, como el modelo útil de la presente investigación. Si es que le podemos dar a todo hombre Inglés una casa para el o no, al menos deberíamos desearlo; y él lo desea así. Desde el momento que hablamos sobre lo que él quiere, y no de lo que él espera tener. El quiere, por ejemplo, una casa separada, el no quiere una casa pareada. El puede verse forzado en la carrera comercial a compartir un muro con otro hombre. Similarmente el podría verse forzado en una carrera de tres pies a compartir una pierna con otro hombre; pero no es así como se imagina a él mismo en sus sueños de elegancia y libertad. Nuevamente, el no desea un piso. El puede comer y dormir y rezar a Dios en un piso; el puede comer y dormir y rezar a Dios en una estación de trenes. Pero una estación de trenes no es una casa, porque es una casa sobre ruedas. Y un piso no es una casa, porque es una casa sobre zancos. La idea de contacto terrenal y fundacional, así como la idea de separación e independencia, es una parte de su imagen instructivamente humana

Tomo, entonces, ésta institución como una prueba. Así como cada hombre normal desea a una mujer, y niños nacidos de una mujer, cada hombre normal desea una casa de propia para ponerlos en ella. Él no desea simplemente un techo sobre si y una silla debajo de él; él quiere un reino objetivo y visible; un fuego en el cual él puede cocinar el alimento que gusta, una puerta que pueda abrirle a los amigos que él escoja. Este es el apetito normal del hombre; no digo que no hay excepciones. Pueden haber santos encima de la necesidad y filántropos debajo de ella. Opalstein, ahora es un duque, puede haberse acostumbrado a más que eso; y cuando él era un presidiario puede haber haberse acostumbrado a menos. Pero la normalidad de la cosa es enorme. El dar a todos casas ordinarias podría complacerlos a todos; es lo que afirmo sin apologías. Ahora en la Inglaterra moderna (como usted con impaciencia advierte) es muy difícil dar a todos una casa. Así es; yo simplemente establecí el desiderátum; y pido al lector dejarlo soportando allí mientras da vuelta conmigo a una consideración de lo que realmente pasa con las guerras sociales de nuestro tiempo. [...]


Traducción de Domingo Portales

16.7.07

Los Tres Chiflados: unos golpes más allá

(...)

apertura

Columbia Pictures nos presenta…

Un análisis abordando a Los Tres Chiflados, cultura popular y violencia que nos mantiene en jaque:

Los Tres Chiflados: unos golpes más allá

por Pablo Pereira

“Recuérdenme que los asesine” –Moe Howard
“Perdón Moe, fue un accidente” –Larry Fine
“Nyuk Nyuk Nyuk!” –Curly Howard


apertura

Muchos se han preguntado qué tiene el trío de chiflados para lograr tamaña longevidad y efectividad, dada cuenta de la presunta inferioridad frente a un humor más sutil, fino y profundo, asociado a contemporáneos suyos como los hermanos Marx, Charles Chaplin o William F. Buckley, que en la actualidad son más alabados que populares (como la mayor parte de lo “clásico”). Permanentes dicotomías, -que podemos advertir hoy en día cuando se confrontan los programas de TV tildados de “humorísticos”, dispuestos a todo por encabezar audiencias, entre “humor (inteligente/social/político)” y “humor (reiterativo/superficial/idiota)”-, están instaladas desde hace tiempo, y jugaron fuerte para servir en las clasificaciones y estilos existentes; no obstante “Los Tres Chiflados” han trascendido en mayor medida, mucho más que todos sus coetáneos, y ante cualquier encasillamiento. Trazar una historia del cine cómico norteamericano sería útil seguramente –lo ortodoxo- para acertar en el meollo de la cosa, pero aquí pierde interés comparar y enfrentar los diversos productos del género con miras a construir un podio que ensalce a uno por sobre otros o desestime aportaciones. Sucede aún que entre los debates eternos acerca de aspectos técnicos de esos productos siempre se hallan comprendidas las críticas mordaces, a las que queda adherido el acto cómico mismo. En el caso de los Chiflados, en gran medida como brote de resentimientos y desahogos de diletantes, degradándolos por considerar que lo cómico debe encerrar algo que trascienda y le guiñe el ojo al espectador, -un sentido especial-, parece que, a pesar de su extendida supervivencia, no comprenden genialidad alguna mientras extraen risas a los espectadores. Empero, -y dejando en claro y de lado el fervor de mi fanatismo- creo que ese mismísimo humor disfruta de ciertos matices, los cuales, manteniendo la esencia rústica y profana –bien patente en todos los ejemplos de su carrera- permiten entrever aspectos que rechazarían tales consideraciones generalizadas. Esas que, insisto, rinden culto a lo metafórico –y hasta metafísico- de la comedia así entendida, donde se infiltrarían molestamente, como lo hacen escena tras escena, los Tres Chiflados, para entremezclarse con verdaderos poetas que encarnarían la auténtica esencia del género.

El slapstick chiflado

No importa cuán fuerte algún personaje cayera, fuera golpeado por algo o abofeteado (slapped), el hecho es que el dolor inmediatamente desaparecía, y nadie salía realmente lastimado. Un ejemplo de tantos: Moe pasando un serrucho por la rapada cabeza de Curly, quien sólo emite unos quejidos (OH! OH! OH!) y luego exclama: “¡Mira!”, para contemplar los tres el serrucho arruinado, con sus hojas sin filo y dobladas. Moe le echará la culpa: “¡Tú y esa cabezota de hierro! ¡Has arruinado la sierra!”.

Los Tres Chiflados exprimieron las nuevas slaptickposibilidades del sonido para hacerlo clave en los efectos globales de sus películas. Moe nuevamente golpeando con un martillo (¡un martillo!) a alguno de los otros dos en la cabeza era sonorizado con un mazazo a un yunque o tabla de madera, dando a entender que eran “cabezas duras” en varios sentidos –lo más común era una madera hueca, para acentuar que además estaban vacías; un timbal era usado para los golpes en el estómago, y para los piquetes en el ojo se pulsaba una simple cuerda de violín. Los sonidos fueron fundamentales, al punto que resultaron imprescindibles para hacer olvidar el dolor que enseñara la imagen, –sin sonido, hubiese sido demasiado violento.

“Velocidad y asentimentalidad”

¿Cómo, pues? ¿Es su humor irracional y violento el que los ha mantenido en el tope? Provocar carcajadas –pues no hay otro objetivo en un acto cómico- desde gags consistentes en golpes, quejidos, gemidos, corridas, bailes y breves diálogos faltos de contenido, se acerca tanto a los lindes de lo circense que no hay forma de ignorarlos en tanto “payasos”. Según Alan Pauls, los Tres Chiflados “comparados con los hermanos Marx, con los Ritz, con Wheeler y Woolsey o incluso con Laurel & Hardy, lucen toscos y procaces, como aprendices no del todo dotados de una escuela de payasos sin matrícula oficial".

Si bien el varieté (espectáculo animado breve que consta de diferentes números o actos que se van alternando) puede ser tenido en cuenta como uno de los ambientes iniciales en que se desarrolló la actividad de todos los integrantes del trío, las payasadas no alcanzan para entenderlos tan sólo como “evoluciones” de cómicos de circo. No creo que no fueran una suerte de payasos; a cambio, eran algo más. A la larga -y a pesar de su fenomenal resistencia a los porrazos- sus personajes involucran humanidad y han trascendido hacia el espectador en persona. En un mundo donde lo vertiginoso es cada vez más acelerado, donde todo se piensa y se somete a acción sin que nos percatemos (nunca lo hacemos a tiempo), el humor de los Tres Chiflados encastra a la perfección, se amolda sorprendentemente bien, -mejor que cualquier cosa pensada o ideada para inducir la risa (algunos siguen sosteniendo que el humor salva vidas)- al mundo como representación: encarna la antítesis de esa racionalización en todos los campos de la vida humana.

En efecto, ese humor que a primera impresión se deja ver campechano y simplista pareciera ser la contraposición de la imprudente racionalización de todas las áreas de la vida. Mientras célebres filmes como “Tiempos Modernos” de Chaplin satirizan -los medios de producción de la época, por caso- y resaltan -cómo se nos impone lo que hemos creado- a través de astutos guiones y escenas que, al tiempo que entretienen, logran trascender y dar lugar a la reflexión, mientras eso pasa, los Tres Chiflados ya de por sí son una máquina bien aceitada que, bebiendo de fuentes resecas del vodevil y, sobre todo, el slapstick (en dosis de puñetazos, cachetadas, piquetes de ojo, pastelazos y demás torturas que sobrepasan los límites de lo físicamente soportable, realzados por ocurrentes efectos sonoros -ver recuadro: “el slapstick chiflado”) no precisan necesariamente de ingeniosas tramas (aunque existieran) para hacer de antihéroes y expresar que “todo el mundo está chiflado”.

El espectador, si reacciona, a menudo lo hace extasiado ante la fugacidad de sus andanzas, la velocidad con que transcurren por la pantalla. Sudando, se dice para sí mismo, y se excusa abrumado, “¡No paran un segundo! Siempre metidos en algún embrollo, tomando la decisión menos esperada, complicando lo que sea sencillo…”. No se puede explicar esa aparente insensibilidad de los personajes, ni pensar siquiera en algo concreto durante uno de sus cortos, ya que como declarara Louis Feinberg (Larry), “nuestro objetivo es no darle tiempo a la gente para pensar”. Pues estos personajes son la imagen de cómo nosotros, “seres racionales”, vamos por la vida de aquí para allá pensando demasiado y en nada a la vez (que los vemos insensibles); son el reflejo de la dinámica, la locura del mundo tal como la percibimos y comentamos diariamente, incomprensible, posmoderno, etc.. El no-pesar del que hablaba Larry (“puerco espín” para Moe), como objetivo se ha llevado a cabo a rajatabla, justificando de algún modo la vorágine de sin-sentido que a todos nos ha intimidado alguna vez y que corre en contra del empleo ininterrumpido de la razón.

Por suerte, no actuamos con la desfachatez de este trío y nos preservamos de golpear a diestrapunch-drunks-strip.jpg y siniestra y excitarnos como ellos en cualquier situación, ¿no? Procuramos reímos de ese jolgorio que sólo los Chiflados pueden practicar, pero nos ponemos lejos de esos comportamientos propios de bárbaros que no resuelven sus conflictos a través de la palabra; preferimos mantenemos impávidos y festejar las críticas menos perceptibles pero más ingeniosas hacia los problemas, hacia lo causante de la miseria racional, ¿no? Bien que nos hemos acostumbrado demasiado… Verlos implica asistir a una clínica de desenfrenos e irresponsabilidades que tendría lugar única e irrepetiblemente en sus rodajes, aunque a la postre acabe alarmándonos por no ser tan lejana. ¿Deberían ser entonces considerados tan insensibles? Como si nosotros, en esta realidad, no estuviésemos inundados de violencia y disputas por nimiedades.

Jules White, director de más de 100 cortos del trío, opinaba: “Cuando uno se refiere a Charles Chaplin, está hablando del "diamante de diamantes". A pesar de eso, he visto algunos de los cortos de los Tres Chiflados recibir mayor cantidad de risas por parte de un mismo público que de los de Chaplin. Si bien los de Chaplin fueron hechos con mayor finura, eso no los hacía necesariamente mejores. Porque cuando te encuentras en busca de risas, estás tras las risas, no importa cómo las logres”. Si queremos reírnos, con ellos la fórmula recurrente es abstraernos por un cuarto de hora, no-pensar y que fluyendo, la risa se derrame. Ni aventurarse a cavilar en lo que hacen, porqué reaccionan de tal forma: lo reducimos, son simplemente chiflados, un grupo de entrañables cabezas-huecas. De última verlo como espectáculo.

Allí reside quizá también la clave de su éxito, pero es cierto que su “velocidad y asentimentalidad” -rasgos excepcionales que les son propios, según Richard von Busack-del no-pensar, aparte de ser el sostén de su humor, va más allá y nos sirve de espejo; no nos extrañe, nuevamente, que uno de sus cortos se titule “Todo el mundo está chiflado” (1942).

No precisamos mucho más que esto para asegurar la existencia de contenido en su humor despiadado, pero lo que sigue pretende demostrarlo fehacientemente.


La lucha de clases y pasteles

Creo desubicado desarrollar aquí la historia de Los Tres Chiflados como grupo desde su formación hasta la fama y las continuas alineaciones que presentaron, por más interesante que sea –lo es a mi juicio-, sólo voy a presentar algunos aspectos intentando desmitificar el hecho de que sus actuaciones se limiten a sí mismas, y al espectador en seguido, negándole reflexión alguna, rescatando algo de eso en que se nos parecen, al fin y al cabo, más de la cuenta. Pues, mi estimado puerco espín, si bien “Los Tres Chiflados” logran con gran eficacia anularnos durante cada corto, no han resistido a todo tipo de análisis posteriores que sonsacaron detalles que permanecían, en verdad, a nuestra vista (y a la de Dupin también).

spook.jpgEn los Estados Unidos, todo lo que puede ser objeto de culto tiende a ser aglutinado en solemnes cócteles o “convenciones”, donde los aficionados se muestran los unos a los otros y se sienten identificados con lo que los convoca. Imagínense una de los Tres Chiflados, con los asistentes peinados a la Moe, los gorditos imitadores de Curly y los mediocres violinistas Larrys, ensayando entre sí a los golpes las frases y gestos más célebres, peleando por ser el mejor chiflado de la noche, del año. Esta especie de acto simbólico ya presiente que el humor del trío trasciende y tiene algo más que decir sobre las propias vidas de los fanáticos.

Por lo menos, algo de eso fue sostenido en un estudio realizado por un experto académico en los Tres Chiflados, Donald B. Morlan, profesor de comunicación y un historiador de cine cómico de la Universidad de Dayton, Ohio, hace ya varios años. Como fanático y miembro de la Popular Culture Association, que organiza las convenciones anuales, se ha dedicado junto a otros académicos a discutir aspectos del trabajo de los Chiflados, centrándose en las reminiscencias políticas y sociales de sus filmes, viendo en sus actos algo más que humor ramplón aislado de cualquier contexto.

Si nos detenemos un momento, podemos comprobar que sus filmes llegaban a mostrase acordes con las circunstancias de la vida social de las épocas que atravesaron sus actos, particularmente desde la década del ’30 a 1950 (su período artístico más fecundo). En las películas de a partir de los ’50 se puede ver a los Tres Chiflados acomodados en su hogar dulce hogar, acompañados muchas veces por mujeres, sin relatar experiencias laborales o apuros económicos, donde las situaciones cómicas incluso llegan a ser más inverosímiles (una película de ese tiempo los pone como tripulantes de una nave espacial). Muy diferente a los primeros cortos de fines de la década del ’20, el ’30 e inicios del ’40: sin hogar ni empleo estables, en los suburbios y ávidos por el dinero, se los puede ver lidiando con la crisis económica del ’30, la llamada Gran Depresión.

Ellos interpretaron los papeles de antihéroes en un arte nuevo como el cine que pretendía expresar lo hondo que caló la crisis; para el conjunto del género cómico, su fin comprendía también “levantar la moral” de la mayoría afectada, señalando las diferencias de clase que se habían remarcado sobremanera y mofándose de los sectores altos, la aristocracia norteamericana a salvo de la Gran Crisis, exageradamente ostentosa, con la que los Tres Chiflados mantendrían cremosas disputas.

385.jpgPara proseguir con coherencia (sí, coherencia en un artículo sobre los 3 Chiflados), extraje algunas conclusiones significativas del trabajo de Morlan, “Un pastel en la cara: sobre Los Tres Chiflados y la Anti-Aristocracia en el cine de la Era de la Depresión” (*), cuyo intento original era examinar los 190 cortos de la Columbia por ellos protagonizados, “para responder algunas preguntas que surgían de las luchas de pasteles. Específicamente, los motivos eran determinar la frecuencia de las peleas de pasteles, para deducir conclusiones evidentes sobre las de los pasteles, y encontrar algún rasgo de temáticas sociales”. Morlan y sus secuaces creían ver en la lucha pastelera que los Chiflados siempre protagonizaban (y que finalmente resultó uno de los gags más célebres de su humor) intentos de derrumbar a la aristocracia, o por lo menos rebajarla, al menos una vez, a su mismo nivel –dado que a ellos también les surtían de lo lindo, quedando todos “manoseando” en el mismo merengue-. No obstante, los Chiflados no sólo representaban el sentimiento anti-aristocrático a través las “pie fights” –de hecho, ese sketch se repite sólo en cinco de los 190 cortos bajo la Columbia-: según el autor, al menos 34 de todos ellos incorporan el “conflicto de clases” en las tramas, satirizando o simplemente, “comentándolo”: situaciones en que son echados de las pensiones, despedidos de sus empleos, obligados a trabajar para no ser encarcelados por vagos, etc. Puede ser que el no-pensar nos impida verlo, pero el humor chiflado ocurre con esas condiciones.

Y así, acaso no sólo los valores de la aristocracia se veían ridiculizados, sus integrantes eran el hazmerreír de los cortos, provocados por el trío. El escenario más común y perfecto eran las fiestas de la aristocracia, por las cuales los Chiflados se infiltraban de las maneras más extrañas. A veces advertidamente, como cuando heredan algún dinero o son invitados por algún personaje importante para ser presentados al resto de la sociedad; otras más descaradamente, ejerciendo trabajos en las mansiones a escondidas de las celebraciones.


ants-in-the-pantry-strip.jpgEn un corto de 1936, “Ants in the Pantry” (Hormigas en la despensa), son exterminadores de plagas y producirán sus desmanes en una mansión que alberga una fiesta de la alta sociedad. Los tres se muestran sorprendidos ante el caserón y creo que, a pesar de su torpeza inmanente, todo lo que hacen mal es la manifestación de un gran anhelo interno de atacar por sorpresa la residencia y burlarse de los ricachones. Aquí, en una movida por demás inteligente para incrementar ganancias –y evitar ser echados por su jefe-, los Chiflados infestan el lugar de insectos, polillas, reptiles y ratones para lograr un caos pestífero y así, erigiéndose en auténticos profesionales, salir de la nada y ofrecer sus servicios a los desesperados propietarios, controlar la plaga y terminar como héroes de la noche, quizá cobrando aún más por su trabajo efectivo. Son contratados, pero deben obrar haciéndose pasar por invitados, vistiendo como caballeros y exterminando sin que lo note el resto de la concurrencia. Obviamente, las cosas se descontrolan y las plagas se expanden como en la Ilíada de Homero, asolando a los hombres de etiqueta y a las señoras engalanadas en sus mejores vestidos. Ratoncillos y hormigas por doquier les hacen cosquillas y les obligan a moverse graciosamente, como si ejecutaran un baile desenfrenado, aunque imposible de ser guiado por un piano, porque el único que había es arruinado por los flamantes destructores al guardar dentro una bolsa repleta de gatos –destinados a acabar con los ratones-. Todo al tiempo que la magnífica torta final del convite es sazonada con hormigas vivas. Un estrépito, con los Chiflados dejando ver su verdadero origen y la frustración para damas y caballeros (los Chiflados nunca se dan por enterados cuando alguien les llama gentlemen: a ese vocativo, mirarían por sobre sus hombros buscando a los aludidos), hasta que a la anfitriona se le ocurre presentarlos como actores de vodevil, fundamentando el desastre como parte de un gran show montado. Eso ha gustado parece a los huéspedes, quienes no pueden menos que invitar a los “actores” a ir de caza, degradándose su carácter elitista.

sitterdown2.jpgLos Chiflados son definitivamente trabajadores. No importa cuanto lo intenten, siempre están a la zaga de algún empleo o profesión para los que no son suficientemente idóneos. Y han pasado por todas las ocupaciones, sobre todo en sus inicios, de vendedores puerta-a-puerta, mecánicos y plomeros. Todo trabajo que ejerzan será el punto de partida del revés de la trama: quizá el accidente más monumental es el que protagonizan en lo que Von Busack define como “sinfonía del desastre”, el corto de 1940, “A Plumbing We Will Go”, como plomeros –ocupación que debieron tomar para escapar de la policía- en un palacete muy elegante sede de otra congregación de distinguidos, donde hay una simple gotera. Mas allí se las arreglan para confundir la instalación eléctrica con los caños de agua e inundar los aparatos eléctricos, provocando la hecatombe.


Ahora bien, la génesis de las luchas de pasteles está en “In The Sweet Pie and Pie” (1941), corto que inicia mostrando a Moe, Larry y Curly encarcelados, sentenciados a la horca por un crimen que no cometieron. Antes de ser colgados, son usados por tres señoritas de la sociedad cuya herencia millonaria depende de que se casen inmediatamente, y como no lo desean, acuden a comprometerse con ellos, condenados, para enviudar sin remordimiento y percibir la renta. Engañados, los Chiflados suben posteriormente al cadalso, evento que es presenciado por otros presos como un verdadero espectáculo, con relator y vendedores de golosinas y programas incluidos; pero a punto de morir, se conoce la captura de los verdaderos criminales y son declarados imprevistamente inocentes. Así que emocionados, van en busca de sus esposas, quienes ante la desagradable sorpresa deciden que la única manera de desprenderse de ellos es entrenándolos para ser “caballeros de la sociedad”, suponiendo que demasiado lujo les hartaría finalmente, abriéndoles el camino al divorcio. Los Chiflados deciden aguantar y comportarse día y noche como “caballeros”, para no darles excusas a sus esposas de que los echen (-Moe: “Escuchen bien esto: estamos en la sociedad y tenemos que actuar como en la sociedad”. -Curly: “rehuso a actuar cómo un estúpido”). Los monumentales somieres les resultan demasiado cómodos y proceden a armarse una cama de tres literas que les recuerde a la cárcel; son obligados a bañarsephoto_foodfight.jpg “más de diez veces al día” y a tomar clases de danza. No hay duda que no podrán acostumbrase a las hormas y comodidades de la aristocracia, pero lo soportan y hacen fracasar el primer intento de sus damas. El plan B incluye presentarlos en una verdadera fiesta de la alta sociedad. Allí esperan que los demás asistentes se percaten de lo bárbaros que son en realidad y que eso sea motivo suficiente para permitirles deshacer el compromiso. Bien entrenados llegan a la fiesta en cuestión, que se convertirá en el campo de batalla. (Muchas veces en estas reuniones a la que acuden podemos apreciar como Curly o Shemp se apropian de cubiertos y fuentes de plata, y los esconden entre sus ropas, actitud que Moe suele reprimir para no echarlo todo a perder, a pesar de que la suerte ya esté escrita). Los pasteles que volaban de un lado de la sala para otro acertaban en los rostros de cada uno de los aristócratas, sin que nadie se mantuviese neutral y resignando toda formalidad y nivel, rebajándolo al de los Chiflados.

Morlan nos dice que “la temática recurrente de todas las comedias de peleas de pasteles era el sentimiento de anti-aristocracia y riqueza, tan popular en las películas de la Era de la Depresión. Los argumentos eran bastante repetitivos. Perezosos rufianes ingresaban a las filas de la alta sociedad y prontamente hacían añicos el clima elitista. El resultado en cada caso era el mismo – patrones y matronas de la sociedad eran rápidamente relegados al nivel de los rufianes y eso los hacía ver tontos”. En parte, se asociaba la violencia impresa a los filmes cómicos con los conflictos sociales, las injusticias y opresiones con que se margina, los pobres y todos aquellos sometidos a la autoridad, que se infiltran para destruir un clima mediante otra violencia, no dañina, si bien portadora de una “vena anárquica” (esto último les hacía invariablemente populares entre “aquellos oprimidos por la autoridad –los niños y la gente pobre-”, dice Von Busack –¿se refiere a los padres con la autoridad que oprime a un niño?-). Si hay algo de sentimiento anarquista en todos estas irrupciones, se comprueba más que bien en la genial “Ojo por ojo”, de Laurel & Hardy, que es arrolladora con el sistema. Vale aclarar, pues, que los Tres Chiflados no fueron los únicos que transmitían las desgracias del período, más algunas respuestas para elevar autoestima; hambre, fábricas, desempleo, problemas económicos, y anarquía en diferentes envases, se insertaban en otras películas cómicas mudas primero y luego sonoras, un poco más refinadas, como por ejemplo, Laurel & Hardy (“El Gordo y el Flaco”), Abbott & Costello, Marx Brothers, Charles Chaplin, etc.

holiday13.jpg Uno presume que esta devaluación de los valores de ostentación de la aristocracia –y de las mismas personas que la encarnan gracias a los tortazos directos a la cara aplicados por el trío- gustaba al público perjudicado por la crisis, que su moral alicaída se vería elevada por estos entretenimientos. Veamos. El criticismo que divide cualitativamente el humor alegaría que el “sutilmente creado” expone las condiciones del receptor con una mayor profundidad, que si bien no es restrictiva, nunca resulta tan instantánea. Como si esa ausencia de espontaneidad les fuera exclusiva, lo que vengo señalando devendría en que el humor “chiflado” tampoco muestra esas condiciones al instante, lo cual para oponerlos no sirve porque es claramente una contradicción. Si funciona esa inhabilitación del espectador, entonces no será instantánea la recepción. Mientras unos incitan a ver en su humor un comentario social a través de un complejo más refinado, los otros comentan al tiempo que se explayan velozmente en la plétora de golpes y efectos sonoros que acucian al espectador. Si esos comentarios sociales -críticas sarcásticas más o menos pasivas- no son instantáneos en los primeros, es por su profundidad; en los segundos, el beneficio de la duda se inclina porque estos comentarios residan a la vista, pero cubiertos de la superficialidad o sin-sentido que ralentiza la recepción.


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La conclusión que se revela para Morlan una vez examinados los 190 cortos –aparte de afirmar su fanatismo- es que los Tres Chiflados estaban realizando un “significativo y calculado aporte al prevaleciente clima político de la época”. Morlan antepone a tal aseveración un “a pesar de su slapstick sin sentido”, a raíz de las críticas diletantes. Desde aquí, deja de ser un mero impedimento y se convierte en un factor elemental.

¿Moe totalitario? ¿Desde cuándo?

A ese malestar político al interior de su país -expandido globalmente luego- que los Chiflados comentaban se integraría también el causado por el auge del totalitarismo europeo, fenómeno potenciado por las magras consecuencias de la Primera Guerra Mundial. Se manifestaba en la progresiva conquista del poder por parte de engendros como el fascismo italiano, el nazismo alemán y el comunismo soviético, exhibiéndose estos como los únicos capaces de poner freno al sufrimiento de sus pueblos.

Previo a su ingreso a la Segunda Guerra Mundial como respuesta al bombardeo japonés de Pearl Harbor en 1942, los Estados Unidos prefirieron mantenerse al margen de los movimientos bélicos, resguardados en la bonanza económica recobrada durante la administración Roosevelt y el New Deal. Las premisas incluían no inmiscuirse en cuestiones externas, representar con “justicia” la imagen de los países extranjeros y no tolerar hacia el interior alusiones a hechos tales como el florecimiento totalitario en Europa. A ese fin, la opinión pública debía mostrarse, sino desconocedora del tema, a lo menos indiferente.

El cine como medio de expresión sucumbió parcialmente ante una medida de intervención impulsada desde el Congreso, tendiente a evitar la temática guerra, así como las problemáticas sociales y políticas y los retratos negativos de países extranjeros, en los filmes que veían millones de ciudadanos. Digo parcialmente por que hubo algunos, como los Tres Chiflados, que, “víctimas de las circunstancias”, se escabulleron para contribuir a la propaganda de la Segunda Guerra, a la que, adrede, su país evitaba hacer referencia en películas en el intento global por mantener la neutralidad. Pese -o mejor dicho de vuelta-, gracias a su slapstick y todo su armamento de sin-sentido, lograrían satirizar figuras y hechos que precisamente carecieron, palpablemente, de coherencia o entereza alguna. El sin sentido, si se quiere pues, va a representar el sin sentido, no más.


naztyspy_lobby.jpgDe vuelta, Morlan formalizó un poco más en un artículo denominado “Contribuciones de la comedia slapstick a la publicidad de la pre-guerra: Los Tres Chiflados y Abbot & Costello” (**). El autor se dedicó a inspeccionar debidamente el filme de 1940 “You Nazty Spy”, que por su contenido se salvó de la censura que asediaba a la industria. De él dice “Era un clásico. La comedia salió satirizando a los nazis dos años antes que Pearl Harbor, cuando ‹América› estaba aún tratando de permanecer neutral”. En efecto, por 1941 un grupo de senadores estadounidenses conocidos como “isolationists” (algo así como “aislacionistas”) creó un comité que se afanaba por investigar “propaganda de guerra diseminada por la distribución o exhibición de películas”, de suerte que cualquiera con comentarios sobre la guerra o sus protagonistas pasaba a formar parte de su lista negra. Para esos días, el foco de atención del comité estaba en la propaganda anti-nazi de los filmes hollywoodenses (ya de por sí muy conservador en líneas generales), a sus ojos, una forma de movilizar al público hacia la guerra.

Pero Moe, Larry y Curly serían unos “prematuros antifascistas” -al decir de Von Busack- y los cortos “You Nazty Spy” y su secuela, “I’ll Never Heil Again” (cuyos títulos ya anticipan mucho), se permitirían caricaturizar las figuras políticas europeas aún siendo lanzados antes de la entrada de los EEUU a la guerra –cuando el país ingrese a la contienda, el cine podrá desasirse hasta cierto punto y volver a asumir la intención moralizadora-, tiempos en que “cualquier esfuerzo por criticar a Alemania o a Hitler recibiría inmediata oposición”. “You Nazty Spy” fue lanzado en enero del ’40, meses antes de la invasión de Francia por Alemania; nueve meses antes de la gran parábola “The Great Dictator” (“El Gran Dictador”), de Chaplin, que resultó finalmente mucho más famosa.

No obstante, Moe Howard se convertiría en el primer actor en parodiar a Hitler en pantalla con “You Nazty Spy”. La filmación tomó siete días de diciembre de 1939, para ser lanzada el 19 de enero de 1940. Siguiendo una excelente revisión efectuada por Lynn Rapaport sobre este tema, el film inicia mostrando una reunión de gabinete del país ficticio Moronica, con sus tres miembros discutiendo soluciones para los inconvenientes económicos que transita el reino. El Rey de Moronica desea la paz, mas como esta no es económicamente fructífera, los miembros del gabinete –que vienen a ser la pata financiera del gobierno- se decantan por derrocarlo e instituir en su lugar a un dictador lo suficientemente inepto, al que puedan manejar como títere y que desencadene una guerra (estos detalles de la trama vendrían a demostrar cómo detrás del ascenso de Hitler al poder se escondía la complicidad, el apoyo de los hombres de negocios alemanes y sus intereses -la business class germana-). El afortunado elegido es Moe Hailstone, quien junto ayou-nazty-spy-strip.jpg sus secuaces Larry y Curly se hallaba empapelando el salón contiguo. A él se dirigen pues para presentarle lo que, aseguran, es la oportunidad de su vida, la de ser dictador. Sorprendido, se toma su tiempo para pensarlo: posa su mano sobre su cara como reflexionando y lleva con ella un trozo de papel oscuro con que trabajaba. Accidentalmente queda adherido como bigote, luego se peina apenas y al instante, se torna parecido a Hitler. Cuando pregunta qué es lo que hace un dictador, se le contesta “Hace el amor a bellas mujeres, bebe champagne, disfruta la vida sin nunca trabajar. Hace discursos a la gente prometiéndoles abundancia, no les da nada y se lleva consigo todo”. Acepta emocionado por la inmensidad de poder adquirido de un momento a otro y se preocupa por asignarle sendas ocupaciones a sus amigos: Larry como Minister of propaganda (“Ministro de Propaganda”) y Curly como Field Marshall Herring (“Mariscal de campo”). Moronica inaugura por tanto nueva bandera: serpientes enroscadas conformando la esvástica, y un slogan: “Moronica for Morons”. Moe Hailstone en su nuevo “cargo” ordena una quema de libros y envía a un hombre inocente a un “campo concentrado”, todo en una hilarante caracterización que tiene sus ápices cuando ensaya expresivamente el dialecto germánico y las poses y movimientos al son de “Heil! Heil! Heilstone!”, con Larry imitando a Goebbels (y también a Joachim von Ribbentrop, dicen) y Curly pasando por Göring. Sobre el final del corto, Hailstone planea arrojar a los leones –retomando un método típico de la Roma imperial- a todo disidente habitante de Moronica. Contrariamente, son los propios Chiflados quienes se las ingenian para ser devorados por las fieras, finalizando el corto con la imagen de un robusto león que eructa “vistiendo” el sombrero del Führer.

nazty5.jpgEn julio de 1941 sale la secuela, ““I’ll Never Heil Again”, a pesar de que -tal vez por única vez en toda la historia de su filmografía- los Chiflados mueran en la previa. Aún faltaban cinco meses para Pearl Harbor. Este corto abre con Hailstone ya asentado como dictador de Moronica, Curly en su papel de Field Marshall Herring (con tantas medallas que las luce por delante y detrás de su traje) y Larry como Ministro de Propaganda, situados en la hacienda del Rey Hermann “6 y 7/8s” –el derrocado rey de Moronica-, resueltos a dominar el mundo. Pero los poderosos burócratas que idearon el plan en el anterior corto deciden que han tenido suficiente con este dictador y emprenden otro proyecto para reubicar a Herman en el trono. Con ese fin, enviarán a la hija del Rey, la princesa Glinda, para que intente asesinar a Hailstone. Vemos antes de su llegada a Moe afeitándose y asistimos a una lucha entre él y Larry y Curly por un pavo (turkey en inglés, “pollo”), que vuela por el aire de mano en mano hasta que a Curly se lo arrebata la figura de Napoleón Bonaparte desde un cuadro, dándose el emperador a la fuga y dejando a Moe llorando lastimeramente por la pérdida. Glinda entra al cuarto y lo seduce, convenciendo al dictador de que sus aliados, los Axis (“Ejes”), están tramando un complot contra él. Luego, desapercibidamente coloca una bomba en forma de bola de billar sobre la mesa de juego y se retira cuando Heilstone inicia un partido con sus dos compinches. A lo largo del juego, inexplicablemente –otro rasgo del slapstick- la bola blanca desafía las leyes físicas evitando la bola explosiva, dando un rodeo o saltando sobre ella, llegando a chocar con la cabeza de Herring. Reacción inminente: le ladra a la esfera explosiva (clásica reacción de Curly ante el enojo o el miedo), y ante los reproches de Hailstone, no hace más que arrancarle el bigote: algo que parece desnudar al dictador, que le exige memorablemente: “¡devuélveme mi personalidad!”.


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Cuando los representantes “aliados” (entre ellos, un tal Chizzilini que remite a Mussolini, y los de Rusia –hasta junio de ese año, en relaciones con Alemania- y Japón) llegan al salón para una reunión con Hailstone, éste les recrimina la conspiración y asegura que el mundo será suyo de todas maneras, demostrándolo al tomar un globo terráqueo de la mesa. Así se desata una nueva batalla por el control del mundo, una de esas acostumbradas escenas en que pelean con otros individuos mucho más fornidos (los Chiflados eran bajitos y sus opuestos, malhechores y mujeres, siempre bastante más altos) y supuestamente inteligentes que ellos, pero que termina con la victoria del trío, sin un rasguño para nadie a pesar de todo. Con los “aliados” derrotados, el planeta simbólico ha quedado en manos de Herring, y por eso le ataca Heilstone, ansioso por obtenerlo sólo para él. Pero Herring se niega y lo quiebra sobre la cabeza del dictador, sumiéndolo en un ataque de nervios. La tensión también hace efecto en Herring, quien toma enfadado la bola explosiva de pool y la detona arrojándola al suelo, ocasionando la explosión de todo el lugar. El corto concluye con la restauración de la monarquía de Herman, donde sólo hay cabida para las cabezas de Hailstone, Herring y el Ministro de Propaganda como trofeos en la pared de la sala.

nazty8.jpgEl film no fue el último con color político apuntando a la 2°GM, puesto que también atraviesa los posteriores “Back From the Front” (1943), “They Stooge to Conga” (1943) y “Higher Than a Kite” (1943), con contenido antinazi, más un par de cortos teñidos de anti-japoneses, “The Yokes On Me” (1944) y “No Dough Boys” (1944) (de los que se dice que son poco retransmitidos por racistas) y otros como “Gents Without Cents”, que los muestra lidiando con la Guerra en una trama más local, sin presentar aquí parodias de nadie en especial.

Cabe agregar, empero, que “You Natzy Spy” fue considerado por Moe, Larry y el director Jules White como su favorito. Por alguna razón, este filme pasó de largo en la supervisión de los isolationists, aunque, -craso error entonces-, no fue ignorado en modo alguno por el público que la convirtió en una de sus películas más populares. Siguiendo a Morlan, los senadores interventores cayeron en una “aparente actitud elitista, al regirse por un criterio de inspección que valuaba a los filmes sospechosos por tipo, p.ej., “películas de calidad” en oposición a “slapstick”, etc., lo cual pudo haber sido una gran equivocación. La comedia slapstick era inmensamente popular como forma de arte a fines de los ’30 e inicios de ’40 (…)” (***). Para Morlan es probable que haya habido tal elitismo. ¿Quedaron entonces ellos mismos, políticos representantes del pueblo, relegados al nivel de los Chiflados por asumir tal actitud, menoscabar su género y desdeñar lo que evidentemente era más consumido? ¿Se hace añicos ese elitismo?they-stooge-to-conga-strip.jpg Por supuesto, no les ha llovido ningún pastel, pero volvemos a ver que reprobar su humor por incapaz de transmitir relaciones con la realidad es un tanto orgulloso; que ese latente elitismo trajo consigo la menor atención prestada a los cortos que se exhibían ampliamente en los circuitos -gracias a su duración, útiles para múltiples presentaciones o como antesalas a películas más extensas-, específicamente, a una película del género como “You Nazty Spy”, cediendo la posibilidad de adelantar sentimientos, el anti-nazi por caso, que penosamente se hallaban desarrollados en la opinión pública gracias a los mismísimos esmeros gubernamentales. Los Tres Chiflados se sumaban de este modo al “esfuerzo de guerra” y a la incipiente promulgación y crítica de la Segunda Gran Guerra desde el cine, cuando todo Hollywood se hallaba en el ojo de la tormenta.

Los Tres Chiflados: arte poética

por Alan Pauls*

“Velocidad, asentimentalidad y —habría que agregar— una especie de musicalidad insensata, a la vez primaria y desconcertante, que se destila de un frenesí corporal sin fin. ¿No era esa disfuncionalidad sonora la que hacía las delicias de Jack Kerouac, quizás el más sofisticado groupy del trío que haya dado la alta cultura norteamericana? La variedad de gruñidos, suspiros, gemidos, refunfuños, chasquidos y demás emisiones corporales era tal que Kerouac, perplejo, se preguntaba por qué seguían hablando, por qué alguien —un guionista— insistía aún en poner palabras y frases en boca de esos energúmenos. Kerouac, que, como todos los beatniks, era muy sensible a las dimensiones pre-semánticas del lenguaje, había dado con la clave de la poética de los Tres chiflados: la onomatopeya.

Hay dos maneras posibles de considerar esa modesta producción sonora. Una, la paternalista, es describirla —condenarla— como una fase primitiva del lenguaje: un estado anterior, no desarrollado y por lo tanto deficitario. Otra es pensarla como un estado límite del lenguaje: un umbral, una frontera crítica que plantea nuevas relaciones entre todas las cosas que el lenguaje suele poner en contacto: sonido y sentido, signos y cuerpos, signos y cosas, cuerpos entre sí, etc. De esas relaciones, los Tres chiflados siempre privilegiaron una en particular, al extremo de convertirla en su caballito de batalla: es la relación entre el sonido y el cuerpo. ¿Cómo hacer para que un cuerpo suene? ¿Dónde hay que tocarlo, golpearlo, violentarlo, para arrancarle los sonidos que encierra? Esas son las preguntas que planean sobre la poética cómica del trío. De ahí que cada film sea a la vez un manual de instrucciones para torturar y un tratado musical. La comedia nace del dolor, como la onomatopeya y las interjecciones nacen del golpe, de la herida, de la martirización de la carne. He ahí la extraña fertilidad del sadismo de los Tres chiflados.”

*fragmento del artículo Comedia y dolor. A propósito de Los tres chiflados, Página/30, julio de 2000

Rapaport acentúa también en este contexto, el valor de la procedencia religiosa del grupo. Los Tres Chiflados compartían un origen judío: por un lado los hermanos Horwitz –luego “americanizado” Howard- (Harry Moses –Moe-, Jerome Lester –Curly- y Samuel –Shemp-, tres de los cinco hijos de Solomon y Jennie Horwitz, una pareja de inmigrantes judíos procedente de Rusia), después Louis Feinberg –Larry Fine-, hijo de Joseph Patronus y Fanny Lieberman y el mayor de cuatro hermanos, más Joe Besser –Joe-, el noveno hijo de Morris y Fanny Besser, oriundos también de la Europa oriental. (Curly-Joe DeRita fue único chiflado no judío, mas su participación fue apenas nula, asistiendo a los últimos cartuchos de Moe y Larry para completar el trío en su declive hacia 1975).

Pues, aparte de ser antihéroes, “lucían su judaísmo en tiempos en que negar el propio carácter étnico era parte integral de la industria fílmica norteamericana. (…) Todas las familias de los Chiflados han huido de la persecución antisemítica en Europa a fines del siglo XIX, y de alguna pequeña manera, los cortos ayudaron a poner la amenaza Nazi en primer plano, llamando la atención de aquellos asiduos al cine. Mientras que los inmigrantes judíos que habían fundado el negocio de la industria cinematográfica eran reacios a criticar la Alemania Nazi en pantalla, los Chiflados revelaron su judaísmo naturalmente y difamaron al hombre que estaba destruyendo a su gente en Europa (…)”. La apreciación que hace Rapaport es muy directa, y sin reparos, asigna a los esfuerzos hechos por los Chiflados en parodiar a Hitler una especie de venganza apenas perceptible hasta para ellos mismos, por poco espontánea.

Larry fue quien puso en práctica con mayor consistencia, sobre todo en sus inicios actorales, elementos propios de sus fuentes y prosapia religiosa, combinando bailes típicos rusos con chistes judíos, hablando seguido el idioma judío conocido como Yídish (o ídish); en varias ocasiones –se cuentan en total 26 cortos, incluyendo justamente a You Nazty Spy- los Chiflados en su totalidad, intercambian como si nada, -naturalmente si lo vemos como Rapaport, ya que concuerda con su origen-, frases en este idioma, dificultando el acceso a chistes muchas veces internos (lógicamente, algo que sólo se puede discernir observando los filmes en inglés original, y no en las traducciones al español, a pesar de su fidelidad).

De allí que los cortos de los Chiflados se caracterizaran inclusive por exponer una jerga más vulgar y heterogénea que la acostumbrada en los filmes de la época, en consonancia con las clases bajas, blandiendo un palabreo pedestre, con esos carices étnicos y bromas internas -gran parte de la clase trabajadora tenía ascendencia de otros continentes-, aparte de los juegos verbales y las onomatopeyas que fueron, como el slapstick, los distintivos de su humor (ver recuadro: “Los Tres Chiflados: arte poética”).


En fin, todo el mundo está chiflado

Empíricamente, los Tres Chiflados acapararon más seguidores a partir de la transmisión de sus cortos por televisión, hecho registrado allá por los ’60, rejuveneciendo las producciones de esos años que ya se mostraban en franco decaimiento con las muertes de Curly y Shemp. Nuevas generaciones de espectadores, de otras partes del mundo incluso, crecerían conociendo a los Chiflados a través del televisor, el nuevo integrante de la familia. Esta expansión masiva fue el factor que los hizo más populares que otros, pero también lo que propició la omisión de gran parte de los detalles arriba comentados, así como la cuadil.jpgintensificación de las críticas más incisivas. Porque como episodios o capítulos, los Chiflados adoptan la imagen de personajes que transitan por diversas aventuras –cual series de dibujitos animados- guiados por una torpeza que se digeriría mejor que en una sala de cine. Su reputación tendría otro bajón con este éxito en la pantalla chica, ya que así, hay pormenores que no son indispensables, gestos que permanecen ocultos por el sin-sentido y la velocidad y que pueden pasarse por alto, cosechando de todas maneras las risas. Las reacciones de los protagonistas a lo mejor no, pero las tramas se pueden entender igual. Cesan las críticas de cine y se los retransmite día a día en todo el mundo, ya como joyitas, ya para rellenar programaciones televisivas. Hoy en día, la mayoría crecimos viéndolos así, mas cuando uno se pone a investigar sobre ellos por curiosidad, se encuentra con la afirmación de su humor inmortal y se entera además, de su desprestigio por demasiado bárbaros o peligrosos, “sin sentimientos”, como se los veía en aquél entonces cuando sus películas se daban únicamente en cines. Los especialistas ulteriores que realmente deben ahondar en las condiciones de realización de los productos pasados que analizan y critican, asimismo crecieron viendo los Chiflados en sus televisores, y sin embargo no se han estirado un poco más para evitar caer en las generalizaciones que se les adjudicó durante su permanencia en el circuito cinematográfico.

Consideremos que el torbellino físico y sonoro característico del grupo hacía que detalles como estos y los anteriores no fuesen percibidos cabalmente, dejando el campo abierto para que se les critique por soeces en exceso con el humor: algo que en pequeñas dosis –en forma de episodios sin continuidad, tal vez- está bien, pero que en películas es un desaprovechamiento del arte, “lo más bajo, lo peor que pueden ofrecer las películas”, tal la reputación que según Von Busack conllevan. Para él, sin embargo, existe otra manera de ver el humor que protagonizan los Tres Chiflados. Lo básico de su postura cruza este escrito, pero viene bien citarlo un poco más, -aquí comentado lúcidamente por Alan Pauls-, para dejar en claro cuáles son las posturas cotejadas.

““No hay equipo cómico más longevo y notorio que los Tres Chiflados” protesta Von Busack, “pero eso no les impidió tener que cargar con la peor de las reputaciones. Como fanático del cine, yo sólo demando una de dos cosas: profundidad o, en su defecto, velocidad sin sentimiento. Pocos grupos cómicos fueron tan rápidos y asentimentales como los Tres Chiflados.”. La mala fama que indigna a Von Busack es conocida; vulgaridad, sadismo, sexismo y un coeficiente intelectual alarmantemente bajo a la hora de concebir situaciones y diálogos son algunas de las muchas imputaciones que recibieron. (…)

Pero esos reparos, que siempre fueron inversamente proporcionales a la popularidad del trío (gracias a la TV, entre otras cosas, Moe, Larry y Curly nunca pasan de moda), descansan en un equívoco muy habitual, probablemente inspirado en el paradigma cómico-moral de Charles Chaplin: creer que los comediantes son gente que dice cosas serias, llenas de sentido, a través del humor, del sinsentido. Las cosas cambian, sin embargo, cuando el humor deja de pensarse como vehículo y se piensa como un idioma singular, específico, donde los sentidos se alteran tanto como las formas.”


El último párrafo es muy claro. Es el humor del que hablábamos al comienzo, que Pauls nombra “comedia descerebrada”, y es el que incluye a la velocidad y asentimentalidad referidas por Von Busack. Es el blanco de las mañas de los diletantes, que creen que por no ser un “vehículo” para transmitir sentido alguno, pierde encanto. Hasta aquí, la concepción del sinsentido como lo ve Von Busack ha sido útil para despegarle de aquellas “imputaciones” tan deshonrosas, justificando que algo vistosamente “sinsentido” no esté obligado a decir cosas. Ciertamente, no tiene porqué hacerlo: prefiere tornarse un “idioma singular” (Pauls) y acarrear con él sus propios métodos para hacer reír.130-148.jpg

Ahora bien, pudimos ver nosotros cómo todos los caracteres de este humor llegan a conjugarse para decir algo, casi naturalmente –como marca Rapaport-, sobre sucesos y personas. Es un lenguaje particular y un vehículo a la vez: la maquinaria de los Chiflados, vertiginosa y bien aceitada por el slapstick, que ya en funcionamiento, está hablando sobre nuestro mundo en su propio idioma. Lo vimos con los diversos comentarios sociales y políticos cifrados en su propio tipo de humor - falta de sentimiento y abundancia de fugacidad, que además reflejaban por sí mismos nuestro andar racional diario-.



En fin, Von Busack no pierde la oportunidad para preguntarse porqué los Chiflados no pueden ser considerados entonces clásicos a la altura de su popularidad. “De algún modo son iconos de la comedia. Aún así, si son elogiados, son elogiados egoístamente, sin ser recomendados. A esta altura, los Chiflados han mostrado duración, influencia y popularidad. ¿No son clásicos todavía? ¿Qué les falta? Consideren cuánto ha cambiado el mundo desde los años ’30, y como aún son fácilmente entendidos, queridos y reídos.”. Si por clásico se circunscribe a lo que pueda ser digno de imitación, entonces los Chiflados sufren la mirada que antes notamos, que los ve y se aleja, los contempla divertida pero sin arriesgarse a copiar sus métodos. Mas quienes le asignan una mediocridad –no la mediocridad técnica, de errores o recursos, sino aquella que la tiene por peligrosa o denigrante de la cultura- expresan resquemor ante ellos por su inmensa popularidad (“¡cómo puede ser populares siendo tan vulgares, sin emitir sentido alguno a lo que hacen!”), divorciando para siempre “popular” con “clásico”. Pero estos pretextos en realidad no hacen más que renegar del mundo -digámoslo sin complejidades y hasta con eufemismo-, “chiflado” en que vivimos. “No son sofisticados, ciertamente, y tampoco eran siempre originales. Pero, ¿cuántos comediantes de películas en blanco y negro de los años ‘30 todavía atraen audiencias regularmente? ”. Como lo decíamos antes, esa velocidad y asentimentalidad es tan innovadora y clave en ellos como habitual en nosotros. ¿Será por eso que el mundo los sigue viendo todavía? Y a este paso nos preguntamos, ¿quedan dudas sobre si continuarán siendo vistos en un futuro?


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© El Anverso - Junio/Julio 2007


BIBLIOGRAFÍA

· Three Stooges. (2007, July 28). In Wikipedia, The Free Encyclopedia. http://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Three_Stooges&oldid=147635607

· List of Three Stooges shorts. (2007, July 22). In Wikipedia, The Free Encyclopedia. http://en.wikipedia.org/w/index.php?title=List_of_Three_Stooges_shorts&oldid=146319705 (para argumentos de algunos filmes)

· The Three Stooges Online Filmography http://www.threestooges.net/

· Mitch Shapiro, notas sobre la filmografìa de Los Tres Chiflados. http://www.3-stooges.com/text/shorts1.html

· Diana Paladino, El Cine: itinerarios de celulosa. Bs. As., Ed. Policial, 2001

· Richard von Busack. Nyuk, Nyuk, Nyuk! The Moe, Larry and Curly school of a timeless social disorder.

http://www.metroactive.com/papers/metro/01.16.97/cover/stooges1-9703.html, revista semanal Metro Silicon Valley (del 16 al 22 de enero de 1997)

· Lynn Rapaport The Three Stooges vs. Hitler, San Diego Jewish Journal http://www.sdjewishjournal.com/stories/mar04_5.html

· Alan Pauls Comedia y dolor. A propósito de Los Tres Chiflados http://www.pagina12.com.ar/2000/suple/pagina30/00-07/nota.htm


[El vodevil] (del francés voudeville) es una especie de comedia “frívola, intrascendente y picante, con un argumento de enredos, equívocos y temas amorosos, incluyendo usualmente números musicales”.

[2] Concretamente, el slapstick es un estilo de comedia que involucra exageraciones en distintas situaciones, sobre todo de violencia física. Es común en los géneros de entretenimiento en los cuales se supone que la audiencia captará tal violencia hiperbólica, excediendo los límites del sentido común y riéndose sin sufrir. (Un ejemplo común reside en los dibujos animados -Looney Tunes; Tom & Jerry). Su popularidad creció con el circuito de vodevil norteamericano y sus rutinas étnicas del siglo XIX y comienzos del XX, alcanzando el esplendor en las películas –mudas sobre todo-, de directores como Mack Sennett y Hal Roach y otros especialistas como Mabel Normand, Roscoe “Fatty” Arbuckle, Buster Keaton, Charles Chaplin, Laurel & Hardy, Marx Brothers, the Keystone Kops, y Los Tres Chiflados. Entre las críticas de las que hablamos, también se puede señalar que el término “slapstick” suele usarse peyorativamente, a pesar de que este estilo implica para los que lo practican un exquisito timing, y un infalible cálculo de ejecución y de reacciones o reflejos.

[Richard von Busack] es historiador, y crítico de cine en la revista Metro Silicon Valley desde 1985.

[4]A Pie in the Face: The Three Stooges’ Anti-Aristocracy Theme in Depression-Era American Film”, presentado en la Popular Culture Association de Bowling Green (Ohio) State University, abril de 1994.

[5] Existe un corto muy similar de los Tres Chiflados, Vagabond Loafers (1949) con la misma trama casi, y las mismas escenas principales –algo muy usual en su carrera esto de hacer propias remakes repitiendo escenarios y guiones- donde actúa Shemp en lugar de Curly (quien estaba muy enfermo ya por esa época, falleciendo tres años después), y donde los Tres Chiflados sí son plomeros profesionales, “de Día y Noche”. La reunión de aristócratas tiene por objeto la contemplación de una nueva adquisición artística de los anfitriones, un cuadro muy valioso que será robado silenciosamente por dos ladrones entremezclados con los visitantes. A pesar de los desmanes–vuelven a sacar los cables y llenar los sistemas eléctricos de agua, entre otras atrocidades- en este corto los Chiflados sí son los héroes de la noche al capturar a los dos facinerosos y recuperar la obra.

[6]Slapstick Comedy Contributions to Pre-WWII Film Propaganda: The Three Stooges and Abbot & Costello”, presentado en el encuentro de la American Culture Association y la Popular Culture Association, en New Orleans, 10 de abril de 1993.

[7] La síntesis del argumento se basa en el artículo escrito por Lynn Rapaport, “The Three Stooges vs. Hitler”, para el San Diego Jewish Journal, que reafirma el valor del “esfuerzo” de guerra por parte de los Chiflados, todos ellos judíos, oponiéndose a Hitler. Lynn Rapaport es profesora asociada de Sociología en Pomona College. Es autora de “Jews in Germany After the Holocaust: Memory, Identity and Jewish-German Relations” y se encuentra trabajando en un proyecto sobre cómo se representa el Holocausto en la cultura popular.

[El "mariscal"] es en algunos lugares, una persona del más alto rango militar; el “mariscal de campo” es una posición específica del fútbol americano, deporte peculiar estadounidense.

[9] El trabajo de Morlan expone que “el comité señaló 39 películas más nueve episodios del newsreel “The March of Time” (La Marcha del Tiempo), como las más ofensivas en su contenido propagandístico. Ninguno de los filmes listados eran comedias; sin embargo, “El Gran Dictador” de Charles Chaplin figuraba entre una lista adicional de títulos ofensivos citados por los senadores.”

[10] En el período posterior a la 2da Guerra, el cine hollywoodense volvería a ser blanco de una nueva “caza de brujas” preparada por el clima de Guerra Fría que enfrentaba al país con la URSS, ex “aliada” en la 2°GM. Impulsada igualmente desde el Congreso (sobre todo por el líder Joseph McCarthy – el maccarthysmo-), no había espacio en el arte para ningún retoque de índole ideológico, de manera que las blacklists se saturaron de supuestos traidores a la patria, entre comunistas y pro-soviéticos. Cundieron la censura, los juzgamientos y encarcelamientos, los que delataban y “colaboraban”, y así también el exilio de actores, productores y directores, tanto de generaciones anteriores como de las nuevas.

Los Chiflados asimismo se infiltrarían en este clima político de posguerra, con un par de filmes (“Dunked in the Deep” (1949) y su remake “Commotion in the Ocean” (1956)-) incorporando caracterizaciones muy claras de Stalin, el líder soviético -a través del actor Gene Roth haciendo de rudo espía “extranjero” que oculta información, microfilms, dentro de sandías y al que desbaratan esperada e insólitamente los Chiflados-.

[11] Para adentrarse en este idioma sirve el artículo de Wikipedia, desde aquí

[12] Para aquellos que tienen alguna noción de inglés, aquí hay unos extractos de la Wikipedia en que se muestran estos detalles.

- bromas internas:
An example of this is the use of the initials A.K. for big shots and mucky mucks. A.K. was an inside joke which stood for Alter Kocker (Lit: elderly defecater), a Yiddish idiom which means an old man or woman of diminished capacity who can no longer do the things they used to do.”

- Yidish:
Much of the “Gibberish” that the stooges sometimes spoke was actually the Jewish language of Yiddish. The most famous example of this occurs 15 minutes into the 1938 short Mutts to You. Moe and Larry were impersonating Chinese laundrymen in an attempt to fool the local cop. While being questioned Larry says “Ech Bin A China Boychic Frim Slobatkya-Gebernya Hak Mir Nisht Ken Tshaynik And I Dont Mean Efsher”. This translates as “I’m a china boy from Slobatkya Gebernya (Jewish European City in the 19-20th century) stop annoying me and I don’t mean maybe.”

 
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