Antes de enfilar para el trabajo, decidí terminar algunas tareas pendientes recorriendo bancos y negocios, una pequeña vuelta por aquellos lugares de los que más pretendo alejarme. Llegando a la famosa intersección de Acoyte y Rivadavia (uno de esos puntos ya definidos como centros de la turbulencia urbana; esas veredas ya tantas veces pisadas), recibo un volante (a veces los acepto, otras los eludo agradeciendo al volantero, nunca me pongo de acuerdo) y leo algo como "Curso de service técnico para Celulares", con la típica fotito de esos celulares hoy a la moda que sacan fotos y te permiten navegar por internet desde el baño de un bar, escuchar música y usarlos como guía t versión gps. Bueno, me dije, ahora a buscar un tacho naranja para no ir en contra de la ley que prohibe tirarlos al suelo. Eso es actitud Bs As. No hay problema, me dije. Mucha gente pasaba y el que encontré finalmente no tenía pintada la línea de triple alrededor, así que deposité la basura cómodamente con una bandeja sin tablero.
Y pensé en el contenido del papelucho. "Curso de service". Usualmente lo que leía eran negocios pequeños que ofrecen el servicio técnico de reparación y venta de estos chiches. Es decir, directa y llanamente "Servicio técnico de celulares". Todas las marcas, o algo así. Guau, se expande la cosa y también yo puedo aprender a meterme en el cuerpito de los telefonitos y poner mi propio puestito de reciclado de motorolas y nokias. Así se rearma el círculo. Los que ya ofrecen ese servicio, lo promocionan en la vía pública mediante pequeños volantitos, a veces de un color verde pastel claro. Ni idea dónde están físicamente, buscar un tacho es la reacción que por lo general tomo. ¿Qué estará pasando con la actividad de estos tipos? A expandirse hacia la creación de métodos para recibirse de técnico reparador de celulares, o me equivoco y son otros que desean hacerles competencia? Mentalizando...: mi súper celular se rompe, recibo un volantito, ¡qué suerte, lo que buscaba! voy a uno de esos sucuchos, lo miran una y otra vez, lo arreglan en unas horas, vuelvo, me llevo mi celu; salgo, en la calle me dan raro papel donde me ofrecen aprender todo ese servicio... ni ganas, claro, pero algo cierra y a su vez no cuaja. El volante para las dos cosas existe y yo, que soy alguien a quien sólo le interesa que su celular se mantenga vivo -para no perder la comunicación que hoy se requiere, lamentablemente-, los ignoro. Pero todas las opciones en este mundo material existen, y todo está tan diversificado que podemos ser y aprender miles de cosas. La existencia de esos locales reparadores de las cosas diarias (la "fiabilidad" como consecuencias de la modernidad, que parece perderse a veces, si me pongo a retomar ciertas ideas de la sociología actual) abruman, porque a veces se los requiere.
Que ahora te propongan aprender el "oficio", sin embargo, me chocó en su momento.
Ahora mismo, no logro ver qué sentido tiene que escriba sobre ello. A lo largo de las palabras perdí la idea, lo que motivó reflexionar algo y descargarlo aquí como el ejercicio que siempre fue, pero bueno, ha perdido un poco de densidad. Nada fuera de lo común, por otra parte.
4.7.09
"¡Súper-servicio!"
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