Las ganas de jugar al básquet empezaron cuando pequeño, una vez depositada aquella enorme pelota naranja n°7 "Spalding" ("firmada" por Scottie Pippen, todavía la tengo) en mis manos, para que aquél día soleado en el polideportivo de Ferro en Pontevedra yo lograra, después de miles de intentos, encestar 6 (seis) tiros. El aro, a 305 cms. de distancia del piso, y la red, sobre todo la red y el ruido que provocaba al entrar la pelota limpita, sin tocar los cilindros, me cautivaron. Debía tener entre 7 y 8 años. No me acuerdo de una sensación exultante, pero sí que había encontrado algo que me gustaba, que finalmente me entretenía. Todos debemos pasar por esa idea en algún momento, lo que produce gustito se nos puede presentar como uno de los tantos caminos a recorrer, y tomarlo como actividad nos meterá en una esfera de la vida que después veremos como inevitable.
Creo que puedo decir que siento pasión por este deporte. Por lo menos, nunca se ha desvanecido; siempre quise jugarlo. Recuerdo las primeras camisetas de la NBA que tuve. Primero fue una de Charles Barkley, cuando jugaba en los Suns. Inmediatamente ese equipo, Phoenix Suns, debía ser ser mi favorito. Yo ya me los conocía por la TV, los álbumes de figuritas y, más que nada, por la interacción con otros pibes que también jugaban al básquet en el club y llevaban sus camisetas. Pero al final esa musculosa me fue chica y tuve que cambiarla por otra, llegó a mí una de los Philadelphia 76ers, específicamente, la de un tal Shawn Bradley. ¡Cambio! Ahora sería de los Sixers de "Phila" -todavía "hincho" por ellos a la distancia y conservo la remera-, y ya me sentía identificado con ese Bradley. Grata sorpresa cuando me enteré de que Shawn era un pivot de 2.29 metros, y viendo su foto, comprendí que no había semejanza alguna entre mi juego y el suyo, el de un lungo demasiado flaco y falto de músculo, con aspecto de granjero. Obviamente, no me importaba: era una remera diferente a la del resto (todos con la de Jordan o Shaquille O'Neal) y de un equipo no muy ganador -siempre tuve esa tendencia a fijarme en los menos famosos, en lo no tan importante para la mayoría, en fin, en la contracultura si se quiere-, y con ella empecé a disfrutar del juego. De a poco lo fui acompañando con los primeros jueguitos electrónicos (el TECMO en el family game, el NBA Live ('98?) cada vez que podía ir a lo de mi tío y usar su compu, etc.), aquellas deliciosas finales por TV (Utah-Chicago, con la voz de Álvaro Martín, crecí con ese tipo y otros como Ernesto Jerez o Carlos Morales y sus tremendas frases) y hasta algunos libros que enseñan posiciones, tácticas y movimiento, y el reglamento oficial.
Ir a ver partidos de la Liga Nacional, con las estrellas ahí nomas del Etchart o el estadio de Obras, federarse y empezar a entrenar y defender los colores de un club, todo llevaba a tomarse cada vez más a pecho el deporte, al que ya le dedicaba varias horas en la semana. Los partidos bien temprano los domingos, las caravanas de autos y padres para encontrar los clubes perdidos por todo el Gran Buenos Aires, las camisetas y la elección de los números. Los viajes con mi viejo escuchando los primeros cassettes que me grababa con los discos iniciales de Los Beatles (imperecedero en mi mente el "It won't be long, yeah" como fondo de la autopista que pasaba por la ventana del asiento). Jaja, recuerdo cómo entrenadores y chicos no entendían como me gustaba esa música, y yo, chocho por eso. Y el esfuerzo de la familia, que se tomaba el día para verte jugar en, no sé, digamos, El Palomar. Ganar o perder, creo que he perdido más partidos en mi vida que ganados. Pero los buenos momentos ocurrieron en ambas circunstancias.
Pasaron los años, y muchas cosas en ellos. Viajes al interior (¡qué hermoso Olavarría, quiero volver!), conocidos, amigos, gente sobre la que todavía hacemos bromas, clubes y zonas oscuras del conurbano. Burocracias, aparatos, personajes. Lesiones y sufrimiento. Todo a través de algo como el básquet. Es uno de tantos mundillos que en esta realidad inabarcable existen. Y seguro que de la forma en que lo yo lo viví es irrepetible. El camino es muy propio.
Uno crece y asume nuevas responsabilidades. Mucho estudio, a trabajar de repente, a pensar en cosas nuevas. Dejé de jugar para un club determinado. Sin embargo, con los amigos siempre sale un partido, o nos desviamos para hablar de la liga o la NBA. Todos creemos que volveremos en cualquier momento a jugar, quizá no juntos, en un equipo. No niego esa posibilidad, pero ahora no podría.
Y me hace falta, necesito descargar la tensión, sacarme la mufa. Transpirar defendiendo toda la cancha. Meter un buen pase, o clavar un triple (escuchar el CHASSS!, ¡oh, la red!).
Pero todo eso conlleva un riesgo.
A eso iba.
Olvidé mencionar que aparte de esas responsabilidades (estudio, trabajo, etc), hay otro molesto motivo que no hace tan colgada esta intromisión de un pasatiempo con aires de nostalgia en este blog.
Simplemente, quien les escribe está bajoneado por un burdo esguince en el tobillo, y de repente se desvive por caminar y encontrar algo con que despejar la mente. Recuerda que el básquet precisamente lo ayuda en ese sentido, por lo que se resigna y opta por escribir sobre cómo llegó a disfrutarlo. Ahora se siente un poquito mejor. Gracias.
13.9.08
¡Dejame un tiro! (suave como la seda)
Etiquetas: basquet, nostalgia, pasatiempos
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2 comentarios:
la verdad pablito todo un grande,te digo voy a pasarme mas seguido por el blog siempre algo interesante para leer y mira que no soy muy amante de la lectura.... pero en tu relato olvidaste poner la admiracion que me tenias como jugador jajajajaj.... aunque en realidad la admiracion es pura y exclusivamente mia, sos uno de mis mejores atacantes e implacable tirador de triples en mi equipo creado en el nba live 2003 de playstation creo que mi admiracion es tan grande como el gran ball control que posees... bueno me despido porque tendria,en teoria estar trabajando,o por lo menos haciendo que lo hago jajaj un beso pablo nos hablamos..... ""|"" /\ ""|"" []
Jaja, gracias tato. Un honor ser parte de tu equipo virtual (debería tener 99 en todos los apartados!), pero más que eso, haber jugado contigo desde ya hace varios años en la dura realidad, eso es un gustazo aún mayor.
Andá a laburar hermano, ya nos estaremos viendo!
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