Qué lindo es especular con el futuro un cacho, e imaginar esa vida más tranquila y disfrutable fuera de esta ciudad patética y tramposa, cambiando los tiempos y llenando más los pulmones.
Es así cuando hablás con la gente que viene del interior y te comenta angustiada y excitada a la vez del fervor de buenos aires, de ese charlar tranquilo y desinteresado que se da en las cuadras de los pueblos, del saludar porque sí, porque ves al otro y le deseás lo mejor. Eso que he comprobado que ocurre cada vez que logro escaparme para esos lugares y donde saludo, muestro y doy la mano, ofrezco la mejilla, tantas veces como lo sienta necesario. Se pierde ese esquivo defensivo in o voluntario, como si la posición de ataque, de encararte la vida sea lo único que te mueva, el recorrer todos los pasos ya dados, el mirar el cielo.
Y qué fatal y feo es pensar en esto, después de que hayas hablado sobre estas cosas a la salida del trabajo con alguien de allá, y te enfrentes al cascarón metropolitano, del que me siento formar parte cada vez que abro la portezuela del exterior. Porque, qué feo es venir pensando en eso, y subirte al colectivo que te acercará a tu hogar, tomes un asiento alejado del resto, te enchufes unos auriculares en los oidos, prendas la música, saques el librito del bolso, te pongas a leer ajeno a todo el movimiento de entrada y salida de pasajeros, intentes ahogar el estruendo del motor, los bocinazos con música, mientras formas las frases con el mareo... así tratando de aislarte, diferente al que está ahí en el pasillo tomado de los caños, y que se acabe la batería del reproductor, y vos mantengas los auriculares en su lugar, haciendo el sordo, mientras te concentrás más en la lectura, echás un ojazo a la hora en el celular propio, mirás por la ventana la cantidad de autos y peatones moviéndose, los servicios públicos trabajando, la gente de la calle, los cartoneros, y te vas acercando a tu parada, al momento de bajarte, y sin guardar nada, te levantás, el coche se mueve de más y por hacerte el salame, por serlo, pisás fuerte el pie de una chica que estaba ahí parada, y pensás que no es nada, le pedís perdón mientras seguís avanzando a la puerta de atrás y su timbre, pero sabés que la pisaste fuerte, caíste mal sobre ella, dijo ay! pero te contesta "todo bien", y te quedás mal, te quedás con la idea de que has decidido seguir tu vida loca, y ella olvidarse para ocupar el asiento y comerse el dolor, sabiendo que en esta vida urbana a todos les toca.
y la aventura dónde está?
y el sopor?
y el descanso después de tanto andar?
esperar uno a recibirse, resistir mientras este ritmo, viajar más seguido en tren, juntarla con pala y viajar por un año, o viajar sin dejar de mirar la ventana, que vuele la mente, o salir más continuo con desconocidos, o mantenerme en las vías de algo certero, dejar de preocuparme por mis iguales, pensar más en mí, mandar todo al demonio y ponerme un kiosquito, buscarme algún vicio? en el día a día, nada se sabe.